ALBERTO AYALA , EL CORREO 26/05/2013
· El PNV ya ha aceptado el guión del PSE. Queda por ver si las cesiones mutuas permiten un pacto, por ahora improbable.
· El dato asusta: a finales de abril los ingresos fiscales quedaban siete puntos y medio por debajo de la previsión.
Sólo el lehendakari Urkullu y su partido, el PNV, saben a ciencia cierta por qué el primero proclamó el miércoles a los cuatro vientos, y para sorpresa general, que la ‘cumbre’ de partidos celebrada unas horas antes en la Lehendakaritza ha supuesto el inicio de ‘un nuevo tiempo’ y que ‘estamos mejor’ que antes de la cita.
Hablo de sorpresa general porque la cita no deparó ningún acuerdo, como era más que previsible, y porque la oposición al unísono reprochó al jefe del Ejecutivo vasco su falta de propuestas concretas. Todo apunta a simples razones de estrategia. Las mismas que guían al resto de las formaciones, por encima de cualquier otro bien superior, de momento inexistente.
Pero sí se han producido algunos cambios, y de calado, en los apenas seis meses de legislatura transcurridos. El Gobierno monocolor en minoría de Urkullu ya sabe que va a sufrir si insiste –o le insisten– en seguir su camino en solitario, sin un socio que le garantice estabilidad. Pero también, y no es baladí, que van a ser molestias concretas, no una pinza de acoso y derribo continuado.
Intereses similares
Si los jeltzales aspiraban, y previsiblemente aspiran todavía, a llegar a las elecciones municipales y forales de 2015 sin tener que alinearse demasiado con el PSE, y menos aún con EH Bildu, a los socialistas les ocurre otro tanto. López y los suyos ni quieren ni podrían soportar las consecuencias políticas de una entente continuada con una izquierda abertzale que todavía debe cumplimentar algunas exigencias democráticas no precisamente menores.
Los cambios no acaban ahí. Conscientes de que el eje foralista PNVPP sólo suma esta legislatura 37 votos en el Parlamento y de que, en consecuencia, quienes discrepan con ese modelo de país alcanzan los 38, los jeltzales han tomado una decisión. Han optado por aceptar el guión de reformas que el Partido Socialista puso sobre la mesa la pasada legislatura, cuando gobernaba, en vez de aguardar a que se lo impongan por la vía de los hechos.
Ese guión incluye cambios profundos en fiscalidad y en la persecución del fraude. Un segundo plan de adelgazamiento de entramado de sociedades, empresas y chiringuitos públicos vascos que en algunos casos sólo sirven para cobijar a notables del partido. Y, en tercer lugar, una revisión del amplio y costoso entramado institucional vasco surgido del Estatuto y la LTH.
El PNV va a buscar en los próximos cuarenta días un pacto fiscal y contra el fraude con el PSE. Atrás quedan la ya famosa vaca del diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, su oposición y la de su partido a exprimir un poco más el bolsillo de ciudadanos y empresas. Claro que entonces quien tenía las arcas vacías era el lehendakari López; ahora quien sufre es el lehendakari Urkullu.
El dato desvelado el pasado día 17 es como para asustar. A finales de abril, los ingresos fiscales presentaban una desviación a la baja de siete puntos y medio respecto a las previsiones oficiales. De seguir el año así, ello supondría 620 millones de euros menos para el Gabinete Urkullu. O lo que es lo mismo, la obligación de llevar a cabo nuevos recortes sociales, que nadie desea, porque la flexibilización del objetivo de déficit permitirá endeudarse un poco más, sí, pero en una cantidad que apenas enjugaría la mitad del desfase.
La inquietud
Históricamente casi todos los grandes cambios fiscales han llevado el sello del PNV y del PSE. El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y el propio José Luis Bilbao gustan de recordárselo a los socialistas cada vez que estos esgrimen su agenda reformista. Pero esta vez, López y el PSE quieren aprovechar legítimamente la minoría en que se halla el frente foralista para introducir en el sistema una parte al menos de su modelo y de su programa.
Decía antes que el lehendakari sabrá qué le ha llevado a mostrarse tan optimista. Por el contrario, las declaraciones públicas y privadas de unos y de otros inducen a pensar que el acuerdo fiscal –que debe llegar a finales de junio para que empuje la recaudación del próximo año– está, de momento, más que verde.
Así o el PSE se apea de su demanda de que el Parlamento pueda legislar en materia fiscal o el PNV se traga el sapo, se come su modelo y lo acepta. Y otro tanto puede decirse de la interconexión en tiempo real entre las cinco haciendas que hay en España –las de Bizkaia, Gipuzkoa, Álava, Navarra y la de territorio común, es decir la del resto del Estado– para estrechar el cerco a los defraudadores. Si los socialistas no renuncian a esta bandera, el PNV tendrá que dar un paso que ya dio en Gipuzkoa, con Markel Olano de diputado general. Eso, o no habrá acuerdo.
El pacto PNV-PSE sería políticamente relevante. Se enjuiciaría como la antesala de un eventual compromiso de estabilidad entre ambos. El desencuentro tendría idéntico relieve. Colocaría definitivamente al Gobierno Urkullu en la senda de la debilidad.
En este segundo supuesto, los jeltzales podrían tomar medidas fiscales y económicas en Bizkaia y Álava con el PP si éstos no han virado con el adiós de Basagoiti y la llegada de Arantza Quiroga, como ha sugerido en las últimas horas algún miembro del EBB. Parece improbable que así sea. Porque Urkullu necesita pactar con Rajoy déficit y Cupo. Y porque los gobiernos conservadores de Vitoria y Álava se tambalearían sin el apoyo jeltzale.
ALBERTO AYALA , EL CORREO 26/05/2013