SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Es un hecho sorprendente que en los mítines de Sánchez sea punto menos que imposible encontrar una bandera española desde que volvió a la Secretaría General. Tan difícil, por lo menos, como hallarla en un acto de Podemos desde Vistalegre I.

Estaba imponente el doctor Myself sobre un fondo de banderas españolas y europeas para dar cuenta de las 110 medidas que forman su programa electoral. Era un acto de partido, un candidato y su programa, a qué tanta exhibición del trapo que niegan en los mítines. Una especialidad, vestir de institución un acto partidista, lo de cada viernes en el trampantojo que llaman viernes sociales, viernes de dolores en los que se malversa nuestro dinero en su campaña electoral.

Ni una sola medida contempla el golpismo como problema, más que el 23-F, más que el Estat Català de Companys, comparen la duración de ambos (16 horas el primero, 10 horas el segundo) con el tiempo que llevamos arrastrando esta murga. El programa económico se lo ha copiado a Zapatero. Se niega la crisis que viene al tiempo que se adoptan medidas que la engordarán y que ya probamos con Zapatero: gasto público y más gasto público. El doctor Plagios es una actualización de Sleepy Hollow, un Zapatero sin cabeza. ¿Y qué dice de todo esto su partido? Ni pío. Bueno, sí, ha habido una voz que se ha explicado en el diario abertzaleBerria sobre el problema catalán. Miquel Iceta ha venido a decir que los españoles somos muy nuestros y necesitamos tiempo, digamos 10 o 15 años, para que se nos pase el prurito y cambiemos la Constitución para incluir la autodeterminación. Un detalle positivo es que Iceta es el único socialista que ha pronunciado la palabra proscrita entre las 110 medidas: Constitución.

También tiene su punto la espantada de Borrell ante un periodista alemán, Tim Sebastian, que parecía educado en todos los cuentos y las cuentas del independentismo por decirlo con el título del excelente libro del ministro de Exteriores. Sebastian ignoraba los hechos, pero Borrell falló en la actitud: no debió aceptar una entrevista en un programa que se llama Zona de conflicto; una vez aceptado no debió hacer aspavientos y levantarse a los diez minutos. Interrumpida la entrevista no debió volver a sentarse; el gasto lo tenía hecho. Y por último, la desinformación del tal Sebastian es responsabilidad fundamental del Gobierno y de su ministro de Exteriores. Un consuelo: después de esto, Borrell ya esta preparado para una entrevista de Ferreras. O de Evaristo Mejide.

Luego está lo de la derecha, con el postureo frívolo de Albert Rivera, proponiendo un pacto de Gobierno para la tarea urgente de desalojar a Sánchez, después de haberse negado dos veces al pacto para el Senado y del acuerdo en las circunscripciones pequeñas. Casado respondió con frivolidad, ofreciéndole ser su Pepe Borrell en una hipótesis harto improbable, que vaya a formar Gobierno. El círculo friki se cierra con Abascal y su derechita cobarde. ¿Por qué nos hablan como si fuéramos Carmen Calvo? Me parece a mí que esta tropa no desaloja al Myself de La Moncloa, aunque sea urgente y necesario. Lo pronostiqué cuando la moción de censura: echaremos de menos a don Mariano, ya verán.