JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 01/05/16
· Lo más probable es que, ante el espectáculo que han ofrecido estas semanas, en el 26-J se registre una abstención muy superior a la del 20-D en perjuicio de la izquierda.
Entre enero y abril, la izquierda española (desde el PSOE hasta Podemos, pasando por IU y los nacionalistas en ese espectro) han mostrado casi obscenamente cuáles son los males profundos que la inhabilitan como un opción de gobierno en un escenario de fragmentación parlamentaria. Frente a una derecha (el PP) estigmatizada por la corrupción y una opción liberal, centrada y nacional como la de Ciudadanos que ha sabido jugar sus bazas, la izquierda ha conseguido -lo veremos el 26-J- desmovilizar a sus electores. ¿Por qué? Las causas son tan antiguas como los propios comportamientos de los dirigentes de estos partidos.
1. El aglutinante reactivo
La argamasa que ha engastado los intereses de los partidos de izquierda en vez de ser proactiva -hacer cosas diferentes y mejores- ha sido reactiva: echar al PP. Cuando las intenciones políticas de futuro se formulan en negativo, hay táctica pero no hay estrategia para el porvenir. Vuelo rasante.
2. El faccionalismo
La izquierda en España -también en otros países- se compone de facciones y banderías irreconciliables entre sí. En ese espectro se produce un minifundismo que, repleto de emulaciones, frena actuaciones de conjunto y, cuando las logra, componen frentismos ya inasumibles.
3. Canibalismo
En la convivencia entre los partidos de izquierda revolotea una suerte de ánimo asesino que se expresa -y Podemos es el mejor exponente de esta característica idiosincrática-en el propósito de sustituir al vecino y reducirle a la mínima expresión. Podemos tiene como objetivo preferente liquidar al PSOE y absorber a Izquierda Unida.
4. Luchas intestinas
En el desenvolvimiento de la vida interna en los partidos de izquierda la disciplina se asume malamente y las luchas intestinas -también llamadas “de familias”- se explicitan escandalosamente. Pedro Sánchez ha tenido a sus peores adversarios en el PSOE; en IU expresan indisimuladamente sus desacuerdos Garzón, Cayo Lara y Llamazares, y en Podemos, Iglesias ha demostrado que no todo el campo es orégano: además de desvencijarse la organización con la autonomía de las confluencias, ha caído el secretario de organización, Sergio Pascual, y se ha arrinconado lo que, en términos estratégicos y de proyecto, representa Íñigo Errejón.
5. Abducción nacionalista
La izquierda española -quizás como una reminiscencia muy resistente al paso del tiempo desde el final del franquismo- tiende a mostrar unos comportamientos de máxima comprensión -incluso de colaboración- con los nacionalismos más radicales. Podemos lo ha demostrado (tiene el nacionalismo de izquierda en sus confluencias), lo mismo que IU, y hay algunos sectores del PSOE a los que sigue sugestionando entenderse con fuerzas políticas nacionalistas que les generan, sin embargo, enormes contradicciones.
6. Revisionismo radical
Una cosa es reformar y otra voltear el ‘statu quo’. Podemos e IU, al pretender un vuelco y no una reforma, transitan por un revisionismo que siempre es radical y no discrimina entre lo que merece la pena conservar y qué otras cosas hay que cambiar. Es esta una posición estéril pero que provoca un sentimiento de temor y rechazo en amplias franjas sociales.
Podemos e IU transitan por un revisionismo que siempre es radical y no discrimina entre lo que merece la pena conservar y qué otras cosas hay que cambiar.
Estas circunstancias listadas -que podrían desarrollarse en detalle con un relato de lo que ha ocurrido en la izquierda española durante estos cuatro meses poselectorales- movilizan a los electores moderados de centro y de derecha y desalientan a los de izquierda que se ven defraudados ante la persistencia de comportamientos que, históricamente, han lastrado las oportunidades de sus organizaciones políticas de referencia. Y así, lo más probable es que, ante el espectáculo que han ofrecido estas semanas, en el 26-J se registre una abstención muy superior a la del 20-D en perjuicio de la izquierda, de modo que, aunque el PP y Ciudadanos -que está en la mejor posición de salida- no obtengan más votos en términos absolutos, logren mejores resultados en escaños.
A Mariano Rajoy -que ha jugado a la ruleta rusa apostando por la recurrencia de las incompetencias de la izquierda- la apuesta de esperar le ha salido inicialmente bien, aunque su tiempo es de prórroga, en tanto que el de Albert Rivera -que ha contribuido hábilmente a que Podemos se retratase y forzado el discurso de regeneración en el PP- es de consolidación.
A mayor abundamiento, a la izquierda le queda un quinto mes para continuar con su peor espectáculo: en el PSOE, la lucha por la confección de las listas; en Podemos, la tensión por la reformulación de las relaciones entre el núcleo duro y sus confluencias, y en IU la pelea interna entre quienes desean ir con Iglesias y los que pretenden mantenerse en la singularidad poscomunista que representan ahora. Ha salido la izquierda malparada de este embate y aún le podría ir peor si no opta por la discreción y la terapia urgente de sus lacras históricas que en tiempos supuestamente nuevos la han devuelto a los viejos.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 01/05/16