- Las protestas en Cuba demuestran que la épica de la revolución comunista no significa ya nada para las nuevas generaciones de cubanos.
La llama de la movilización social vuelve a encenderse en América Latina. Ocurrió primero en Colombia y ocurre ahora en Cuba.
Uno, el colombiano, es un régimen liberal. Nunca ha tenido un Gobierno de izquierdas y sólo cuenta en su historia reciente con una exigua dictadura resuelta por un acuerdo entre partidos. La colombiana es una historia de estabilidad, que contrasta con el turbulento conflicto entre el Estado, las guerrillas de extrema izquierda y los grupos paramilitares de extrema derecha.
El otro es el régimen dictatorial más longevo del continente. Un régimen cercado por la falta de apoyos internacionales, el bloqueo de Estados Unidos y las propias limitaciones de un país insular gobernado por un partido comunista siempre más interesado en su propia supervivencia que en los derechos de sus ciudadanos.
Pero si la magnitud de la movilización en Colombia ha sorprendido, la de Cuba es histórica. Habría que remontarse al maleconazo de 1994 para encontrar un movimiento de protesta con dimensiones similares. En este caso, el acceso a internet parece haber sido determinante para el contagio desde San Antonio de los Baños hacia el resto del país.
Las razones de la protesta son múltiples. Algunas de ellas son evidentes y comunes a otros procesos de movilización regional, en especial en lo tocante a la crisis económica y a la pandemia sobrevenida.
Los efectos de la mal resuelta convertibilidad de la divisa se intentaron paliar con un aumento de los salarios y con subidas de precios
Cuba ha sufrido un acusado aumento de los casos de contagio y muertes por la Covid-19. Pero, sobre todo, acusa su incapacidad para dar asistencia a los enfermos y registrar todas las muertes. El país se preciaba de tener uno de los sistemas de salud más fuertes del continente. Y, de hecho, es el único país que cuenta con una vacuna propia en pruebas. Sin embargo, parece que la pandemia y las restricciones económicas lo han llevado al límite de sus capacidades.
La pandemia es un factor. Pero otro anterior, que se ha agravado, es la crisis económica derivada de las políticas adoptadas por el régimen para llevar a cabo su particular trasformación hacia la eficiencia económica.
Los efectos de la mal resuelta convertibilidad de la divisa se intentaron paliar con un aumento de los salarios y con subidas de precios. A la consiguiente pérdida de poder adquisitivo se ha sumado entonces la escasez de medicamentos, de alimentos y de productos de primera necesidad. El hartazgo por las dificultades económicas es creciente desde principios de este año.
El bloqueo de los Estados Unidos también tiene una parte de responsabilidad en las difíciles condiciones de vida de los cubanos. De forma muy específica, el bloqueo de las remesas tiene un enorme impacto en la calidad de vida de las familias de los emigrantes. El Gobierno Biden, hasta ahora centrado en sus desafíos domésticos, ha dejado congelada la posibilidad de retomar la agenda de Obama con la isla. 184 países del mundo reclaman poner fin al bloqueo.
Entre las razones más profundas están las que atañen al desgaste del régimen y la épica de la revolución.
El Partido Comunista Cubano (PCC) ha escenificado un cambio ante la salida definitiva de los Castro, pero todo sigue igual. Los cubanos siguen sin ser escuchados y, a la vista de la represión de las protestas, sin poder hablar. El supuesto rejuvenecimiento de la cúpula no se ha acompañado de respuestas para una generación conectada a internet, a la que la revolución queda muy lejos y para la que el imperialismo es el menor de sus problemas.
Allí donde sólo hay ciudadanos hartos, jóvenes con expectativas vitales truncadas y personas con necesidades, el PCC construye enemigos de la revolución e infiltrados del imperialismo
La respuesta de Miguel Díaz-Canel ha sido, desafortunadamente, la esperada. Represión frontal, corte de internet, llamados a los suyos para tomar la calle y criminalización de los manifestantes. Ensimismado en su discurso anacrónico, el régimen ve imperialistas por todos los rincones.
Allí donde sólo hay ciudadanos hartos, jóvenes con expectativas vitales truncadas y personas con necesidades, el PCC construye enemigos de la revolución, infiltrados del imperialismo y toda suerte de figuras que casan más con el imaginario revolucionario que con la realidad del día a día de los cubanos. Polarizar la sociedad es un riesgo muy alto con el que ningún régimen debería jugar.
La derecha intentará capitalizar la protesta. Incluso podría haberla instigado. Pero una vez los manifestantes están en la calle masivamente pidiendo cambios, sólo puede haber una gestión política y dialogada. Este imperativo no opera sólo para Cuba. El Gobierno de Colombia también ha sido tremendamente torpe en el manejo político de la protesta, inyectándole combustible.
En Cuba no hay espacio para nadie a la izquierda o a la derecha del régimen. No hay espacio para la gestión política de la diferencia. Pero parece que la inesperada movilización social tiene fuelle e impulso. Quizá sea ese vehículo de cambio que muchos intentaron iniciar sin éxito y cuya llave siempre ha estado en manos de los cubanos. Esperemos que no sea a costa de vidas humanas.
*** Erika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.