Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 7/12/11
El juicio en París al terrorista más famoso ha hecho revivir los aires de la guerra fría
Desde hace un mes, se está juzgado en París a Ílich Ramírez Sánchez, Carlos y el Chacal, probablemente uno de los terroristas más famosos del último medio siglo. El juicio se ha convertido en la oportunidad de reconstruir la agitada historia de la violencia perpetrada en suelo europeo en las décadas de los setenta y ochenta, una especie de Cuéntame cómo pasódel terrorismo.
En la sala del tribunal se oyen los testimonios de terroristas, algunos declarando en persona, otros a través de la lectura de sus palabras ante los jueces. Magdalena Kopp, Johannes Wienrich, Bruno Breguet o Joachim Klein. Emocionante, por cierto, la explicación de Klein, uno de los secuestradores de los ministros de la OPEP en Viena, en 1975, del motivo por el que abandonó de forma temprana del terrorismo: fue ver a los secuestradores del avión de Entebbe (Uganda) separar a los pasajeros judíos de los que no lo eran. Aquello le recordó lo ocurrido en su país natal, Alemania, a él que era hijo de una judía y un miembro de las SS. No quiso seguir esa deriva. La violencia que comenzó en los sesenta como un impulso revolucionario y terminó, de la mano de Carlos, convertida en una oficina de servicios terroristas que ejecutaba contratos de encargo mediante precio. Lo mismo dinamitaba –con ayuda de ETA– las instalaciones de Radio Europa Libre en Munich por encargo de Ceaucescu, que atacaba la redacción de Al Watan Al Arabi, en París, a cuenta del régimen sirio.
La figura de Carlos, un ególatra amante de la buena vida, los hoteles de lujo y las mujeres, reunió a su alrededor a miembros de grupos terroristas. Uno de ellos, de ETA político militar, que recibió armas de Carlos y de los servicios secretos del Este a cambio de ayuda en atentados. Los testimonios en el tribunal de París han puesto de relieve el papel que jugó un ciudadano belga, Luc Edgar Groven, Eric, militante de ETApm, en los contactos con Carlos pero también con el IRA. Groven, fallecido este verano en Bilbao, fue el organizador de transportes de armas para ETA y el IRA desde los almacenes de la Stasi en Berlín Este, cuarteles de Hungría o instalaciones de los servicios secretos rumanos.
El juicio de París ha recuperado los aires de la guerra fría, con sus agentes secretos batallando en la sombra. Varios miembros de la Stasi estaban citados a declarar pero la enfermedad les ha impedido viajar. Uno de ellos, padece alzheimer, una suerte de venganza de la historia para un funcionario de una maquinaria dedicada a recoger y almacenar cantidades ingentes de información.
La figura de Carlos, al que no le queda más admirador que Hugo Chávez, fue un día el centro de aquel sistema solar del terror. Hoy pretende recuperar algo del viejo protagonismo haciendo gala de fragmentos sesgados de su propia historia, pero sólo es un personaje abandonado por el tiempo.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 7/12/11