IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Muchos españoles ven en esta investidura la consumación de un tiempo vencido. El de la Transición como proyecto colectivo

Esta semana se despidió de los espectadores Antonio Alcántara, el protagonista de ‘Cuéntame’ que gracias a la magia actoral de Imanol Arias ha conducido a los españoles durante dos décadas largas por una especie de historia sentimental de la España contemporánea. Los guionistas de la serie se concedieron en ese episodio un autohomenaje de nostalgia, y ha querido el azar de la política que ese repaso memorial simbolice también un fin de etapa que acaso sus autores no imaginaban. Porque en cierta forma estos días representan también un cambio de ciclo en el que muchos ciudadanos sienten una cosquilla de melancolía de sí mismos al identificar la investidura de Sánchez con la consumación de un tiempo vencido: el de la Transición como base de un proyecto colectivo cuya continuidad, si es que le queda algún recorrido, corre serio peligro por más que las apariencias formales simulen la estabilidad de un soporte estructural ficticio.

Por su alcance rupturista, la ley de amnistía configura un parteaguas entre dos épocas, como todas las normas jurídicas que establecen sobre el marco anterior un principio de borrón y cuenta nueva. Da igual a esos efectos que el sanchismo pretenda revestirla de recta constitucionalidad porque su carácter refundacional es una evidencia. Estamos ante una operación de revisionismo histórico cuya naturaleza derogatoria supone una mutación de régimen apenas encubierta. El pacto político, social y moral del 78 queda revocado por las tres cláusulas esenciales del acuerdo de Bruselas: impunidad para la insurrección separatista, gestión fiscal plena para Cataluña y puerta abierta a un referéndum de independencia. La primera liquida la seguridad jurídica; la segunda, la igualdad financiera y la última, la soberanía nacional, la integridad territorial y el concepto de España como idea y ámbito de convivencia. De una sola tacada, el Gobierno socialista y el secesionismo catalán han demolido a pachas los cimientos del sistema.

La votación del jueves, de legitimidad incuestionable, escenifica sin embargo un punto de inflexión en el vigente orden democrático. El potencial destructivo de la amnistía, que se empezará a ver con un choque frontal entre los poderes del Estado, es de enorme impacto, y aún faltan por conocer, envueltas en un silencio extraño, las contrapartidas al respaldo del partido posterrorista vasco. Los compromisos de la alianza de investidura dibujan el esquema de una transformación radical y auguran un clima de intenso conflicto civil y parlamentario. Si se cumplen, aunque sólo sea en parte, habrá prescrito el modelo político e institucional de los últimos cuarenta y cinco años, y el relato de ‘Cuéntame’ se convertirá en el eco emotivo de un pasado generacional lejano. Aquel en el que fue posible creer, ingenuamente quizá, que los demonios de la discordia y el fracaso no volverían a salir del armario.