Todos lo saben. Los Presupuestos que ha presentado Pedro Sánchez para negociar apoyos a cambio de prebendas han quedado obsoletos. Su optimismo de crecimiento ha sido corregido por todos los organismos medidores oficiales. Con el encarecimiento de la energía, la crisis de abastecimiento de suministros y el meteórico ascenso de la inflación. Pero ante esta farsa, los socios y aliados han decidido coger la mayor parte del pastel sin importarles el riesgo de que las arcas del Estado queden vacías. Porque, en efecto, en el primer asalto de las enmiendas a la totalidad, no han hablado de números, tal como nos temíamos, sino del reparto de cotas de poder.
Intramuros de La Moncloa, la vicepresidenta comunista Yolanda Díaz utilizando la derogación de la reforma laboral para promover su carrera política sin importarle que los fondos europeos no acaben de llegar si los cambios que pretende son contrarios a las recomendaciones de Bruselas. En el otro lado de la ‘soka tira’, la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, marcando territorio en el escenario del G-20. Hablando de «flexibilidad» y del necesario acuerdo con los empresarios, que siguen sin dar crédito al récord de presión fiscal durante los dos años de pandemia. Ese no es el camino para estimular la economía, se ha lamentado Antonio Garamendi. Pero Sánchez hace cálculos electorales (apagar el foco de Yolanda Díaz sin oscurecer a la izquierda porque la necesita para volver a gobernar después del 2023).
Extramuros de palacio, los socios nacionalistas pragmáticos y los secesionistas furibundos van exprimiendo la debilidad de Sánchez, que ha dejado en el camerino su maquillaje de socialdemócrata con el que desfiló en el congreso de Valencia para atender las presiones más disparatadas de quienes depende. Más inversiones y más traspasos a Cataluña y Euskadi se daba por descontado. En una primera fase ya hubo indultos a los condenados del ‘procés’ y promesas de mantener la mesa de negociación entre la Generalitat y La Moncloa. Y acercamientos continuos de presos de ETA junto a la transferencia de prisiones al Gobierno vasco. Pero hay que seguir atornillando. El traspaso de la gestión integral del Ingreso Mínimo Vital al País Vasco estaba pendiente, a pesar del ministro Escrivá. Y un acelerón del tren de alta velocidad, que ya va siendo hora. Pero ¿ no es disparatado dar prioridad al blindaje de lenguas cooficiales en la futura ley audiovisual, como ha impuesto ERC? «Al PSOE hay que obligarle a hacer», dijo el diputado Rufián después de comunicar que habían llegado a un principio de acuerdo. Una sentencia chulesca que debería sonrojar al presidente del Gobierno de turno. Pero, con Sánchez, no existen los apuros ni las vergüenzas.
Falta mucha cocina para el apoyo definitivo a las Cuentas. Es el turno de las ‘sangrías’ parciales. El ‘procés’ va decayendo. Pero los independentistas catalanes se instalan en la ficción para seguir arrancando parcelas de poder. Con Sánchez se sienten decisivos pero se temen que van a tener ya pocas oportunidades para mercadear con el presidente más débil de los últimos tiempos. Desde el PP, Pablo Casado dice que en las enmiendas presentará una bajada de impuestos de más de 10.000 millones de euros. Suenan bien las medidas contra el derroche pero la derecha se distrae con el fuego amigo. Con las encuestas cada vez más favorables, se enredan en sus peleas internas para eclipsar el liderazgo que mayor rédito les ha dado en las urnas, que no es otro que el de Isabel Díaz Ayuso. Qué incapaces son.