Tonia Etxarri-El Correo
Esa advertencia de la ministra de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, Elma Saiz, a los periodistas cuando era interpelada por la penúltima cesión de Pedro Sánchez a Junts para hacer con los inmigrantes de Cataluña lo que les venga en gana («cuidado con las palabras») explicaba el laberinto lingüístico en el que se encuentran los portavoces del presidente del Gobierno para justificar pactos inexplicables con el prófugo Puigdemont. En ese juego de tergiversación de las palabras para manipular los conceptos, han sido capaces de confrontar dos artículos de la Constitución (el 149 vs. el 150.2) para cambiar de casilla el término ‘cesión’ por el de ‘delegación’. Pero no acaba de calar.
El PSOE ha estampado la rúbrica de Patxi López junto a la de Míriam Nogueras en un proyecto de ley que deja en manos de Junts la competencia sobre inmigración y, progresivamente, el control de fronteras. Y todos tan contentos. Patxi, muy cómodo, dice. Y Junts no cabe en sí de gozo. Ayer seguían con la simulación mientras resonaba la jactancia de Puigdemont que, unas horas antes, había tenido a gala decir que se habían llevado para casa una competencia que «sólo ejercen los Estados». Bingo. No le falta razón. Por mucho que los ministros se enreden con las palabras (los periodistas, no; ellos) si se ha pactado el traspaso de una competencia «integral», que es exclusiva del Estado, los firmantes habrán vulnerado un principio constitucional. Una competencia exclusiva que ni puede ser transferida ni delegada como reconoció Marlaska.
La propaganda gubernamental disimula pero su socio Puigdemont se regodea en su avance lento pero seguro hacia un «futuro como nación». Cuidado con las palabras. La reforma pactada contempla un marco migratorio común para extranjeros y españoles no nacidos en Cataluña. Al mismo nivel. Marruecos o Salamanca.
Si Podemos no lo impide en la votación de la reforma de la ley, habrá españoles extranjeros en su propio país. Se queda corto aquel viejo sueño de Xabier Arzalluz que, en su onírica Euskadi independiente, veía a los españoles residentes en el País Vasco como los alemanes en Mallorca. Que pudieran participar en las elecciones locales, incluso convertirse en alcaldes, pero no votar para el Parlamento vasco.
Puigdemont va más allá. A quienes no hablen catalán, ni agua. Su hoja de ruta se va cumpliendo gracias a Pedro Sánchez. Indultos, anulación de la sedición, rebaja de la malversación, inhibición del gobierno de España en el cumplimiento de las sentencias lingüísticas en Cataluña, retirada del CNI, amnistía (a la espera de que el Tribunal Constitucional contradiga al Supremo), expulsión de la Guardia Civil y policía nacional, y legalización de la autodeterminación a través de la España confederal y plurinacional. La llave de la caja de la Hacienda propia es mérito de Junqueras.
No hay debate. Solo mercadeo clandestino y a espaldas del Parlamento a cambio de los siete votos del político más sospechoso de haber mantenido vínculos con Putin durante el ‘procés’ y que ahora tiene al Gobierno de España en un puño. ¿Para cuándo la foto del encuentro entre Sánchez y Puigdemont?