Ignacio Camacho-ABC
Si has entrado en estado de alarma y crees que el Gobierno no hace nada, no vayas a quejarte luego de lo que haga
Si piensas que las instituciones no toman suficientes medidas contra el coronavirus, si echas de menos una intervención más terminante o autoritaria, si te agobia pensar que tú o tus familiares podéis contagiaros y crees que el Gobierno «no hace nada», no vayas luego a quejarte de lo que haga. No protestes ahora que empiezan a cerrar colegios o a pedir a la gente que se quede en sus casas, o cuando prohíban ir al cine o tomar cervezas en una barra, cuando el fútbol se juegue a puerta cerrada, cuando se desate la alarma y en los supermercados no quede papel higiénico ni garrafas de agua. No te lamentes si se suspenden las procesiones de Semana Santa, o si
se aísla a ciudades y comarcas enteras como en Italia. Porque no hay nada que teman más los políticos que la presión ciudadana, y ante la eventualidad de que les caiga encima la ira de una opinión pública asustada harán cualquier cosa para evitarlo, incluso paralizar el país si hace falta. Antes de reclamar decisiones de gran escala quizá deberías preguntarte si las consideras necesarias… y si confías en el criterio de quienes deben tomarlas. Ten cuidado con lo que pides, por si se cumplen tus demandas.
Mira: ayer, en el programa de Herrera, le pregunté al ministro de Sanidad cuántos muertos ha causado la gripe estacional en el último año. Respondió que seis mil. La inmensa mayoría por patologías asociadas, pero imputables al ciclo gripal común a efectos epidemiológicos. Léelo de nuevo: seis mil. Y nadie ha protestado este invierno, nadie ha requerido iniciativas radicales, nadie se sintió inerme ante un Estado en actitud pasiva, nadie agotó los geles hidroalcohólicos ni las mascarillas. Y si fuiste a urgencias por cualquier motivo en las fechas-pico, es fácil que vieses la saturación que había. Pues bien: a la hora que escribo, ocho de la tarde del nueve de marzo, el coronavirus lleva en España veintiocho víctimas. Saca tus propias conclusiones. Yo te diré la mía: lo último que podemos permitir en esta crisis -que la hay, y muy seria, y decir otra cosa sería mentira- es que la psicosis popular se mezcle con la histeria política.
Eso está a punto de ocurrir, y deberíamos evitarlo. Hasta ahora, nuestros dirigentes públicos se han comportado en términos colaborativos bastante sensatos. Pero si los apretamos exigiendo responsabilidades en vez de contribuir con calma cívica a evitar el colapso, acabarán eligiendo el modo que mejor conocen de eludirlas, que es culpar al adversario. El Gobierno echará los muertos, literalmente, a las autonomías (del PP) y éstas al Gobierno; estamos a cinco minutos de ese momento en que el consenso deja paso a un conflicto de trincheras construidas sobre montones de enfermos. Pues bien: si ahora tienes miedo, imagina una emergencia sanitaria gestionada, en vez de por expertos, por un hatajo de políticos incompetentes en pleno ataque de nervios.