Cultura es lo que diga la izquierda

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Este mecanismo opera asimismo en materia de honradez: si alguien no es honrado, no puede ser de izquierdas

Los de la cultureta no conciben una cultura que no sea de su palo. Si no compartes sus prejuicios es imposible que pertenezcas al mundo de la cultura. Este mecanismo tan simple, fruto de una limitación entre intelectual y moral, explica su ventaja. Opera asimismo en materia de honradez: si alguien no es honrado, no puede ser de izquierdas. O lo que es igual: si es de izquierdas es honrado aunque lo condenen (Griñán). A veces las limitaciones severas conducen a habilidades extremas. Por inmovilidad de dos dedos de su mano izquierda, encogidos y agarrotados, desarrolló Django Reinhardt una técnica capaz de encadenar ricos acordes a una velocidad endiablada. Del mismo modo, la incapacidad de la izquierda para reconocer algún valor fuera de su sistema de ‘idées reçues’ le ha procurado frutos tan jugosos como la hegemonía cultural. Acudo directamente a su editor fetiche, Jorge Herralde: «Es grotesco que la derecha reivindique su papel en la cultura». Si tuviera más espacio, haría una lista al modo de Julián Marías en ‘La vegetación del páramo’. El izquierdista sutil diría, ante la lista, que en realidad tales autores no son de derechas. Josep Pla sería espía de Franco, pero nunca fue de derechas, he llegado a oír.

Puede que un intelectual se declare conservador, tenga ideas de derechas o haga afirmaciones propias de la derecha, y que ya no haya manera de negarle la condición de intelectual porque se le había celebrado demasiado cuando era de izquierdas. Entonces debe tener un trastorno, una patología, como el personaje de Woody Allen que deja de ser republicano cuando se le extirpa un tumor cerebral. El cineasta neoyorquino acabaría sufriendo en sus carnes el ensañamiento típico de un buen tratamiento progresista: el asesinato civil por un crimen del que había sido absuelto (el abuso de su hija adoptiva). Para su desgracia, ahora ya conoce la lógica salvaje de los sanos agentes culturales demócratas, esos que al carecer de patologías cerebrales pueden cancelarte porque su criterio es imperante, incluso sobre la Justicia. Una escritora y columnista española empeñada en difamarme porque tiene un problema de comprensión lectora se ha mostrado paternalista con Borja Sémper. Le cae bien, pero no puede evitar reprocharle que incluya la tauromaquia en la cultura. Como a mí también me cae bien Sémper, le invito a que no malgaste su energía: cultura es, por definición, lo que diga la izquierda. Y nada más.

Por eso hay que afirmar las propias convicciones sin intentar defenderse desde el campo semántico de la izquierda, terreno de juego donde tu portería es el doble de ancha que la contraria. La hegemonía cultural de la izquierda se extiende mucho más allá del llamado «mundo de la cultura». Incluye todo el discurso político. Por eso en el debate de este lunes es crucial que Feijóo no se justifique. Por nada. Que ahí lo quiere Sánchez