Jon Juaristi-ABC
- A Putin le encantaría que España se desmarcase de la OTAN, en lo que coincide con las Hermanas Marx del Gobierno anfitrión de la Cumbre 22
La política de los germanófilos en España durante la Gran Guerra de 1914-1918 consistió en la defensa a ultranza de la neutralidad, en contraste con el belicismo de los aliadófilos. No es cuestión de preguntarse retrospectivamente qué bando tenía la razón pura o la razón práctica de su parte, algo que exigiría, como mínimo, plantear unos supuestos morales que condicionaran la respuesta, como hizo por entonces Antonio Machado en su poema ‘España, en paz’ («Salud, paz española,/ si no eres paz cobarde, sino desdén y orgullo»). Pero el hecho incontestable es que lo que Alemania promovía –y compraba desde su embajada a periodistas y políticos más o menos venales– era la defensa de la neutralidad de España, aunque cabe sospechar que se conformaba con su no beligerancia.
Es lo mismo que hoy exige de España Putin (según todos los indicios, lo que Hitler requería de Franco era, al menos, una no beligerancia activa o una neutralidad relativa que no excluyera amistosas aportaciones al Reich en wolframio o divisiones azules). A Putin le bastaría con que nos desmarcáramos de la OTAN, causa que hace suya por completo el Putin Club del Gobierno sanchista, o sea, las Belarras. El sector comunista de la Conseja de Ministras no pide que contribuyamos con brigadas internacionales al genocidio del pueblo ucraniano. Les bastaría con que lo contempláramos con exquisita equidistancia, compensando cada niño autóctono asesinado con el correspondiente invasor infanticida muerto en combate. O con que no nos diéramos por enterados de la realidad de la guerra.
Y en estas, he aquí que se viene encima la cumbre de la OTAN en Madrid, prevista desde octubre del pasado año, antes de la operación especial (léase ‘solución final al problema ucraniano’) montada por el Kremlin. Se trataba de premiar los cuarenta años de afiliación española a la Alianza. Pero, claro está, no se contaba entonces con el sadismo de Putin ni con la insubordinación de las ministras sanchistas de la extrema izquierda, ‘hooligans’ de los Vladimiros.
De modo que nos ha quedado una situación bastante curiosa para los días finales de este mes. Sánchez podrá exhibir el fervor atlantista de algunos de sus ministros más fieles, desde Albares, estrella rutilante de la diplomacia global, a Robles, esperanza de Ceuta, Melilla y el Peñón de Vélez de la Gomera. Incluso el de Calviño, cerebro económico del Gobierno español, que denunció el otro día al argelino como putinista a tiempo completo. Pero me da esta cumbre se va a parecer más a ‘Sopa de ganso’ que a la de 1997, celebrada en el Madrid de la primera legislatura del PP.