JON JUARISTI-ABC

  • Todavía hace veinte años y, a pesar de todo, España no apestaba a Lirio Hediondo

Este columnario cumple los veinte. El 15 de marzo de 2004, al día siguiente de las elecciones legislativas que ganó el PSOE, el entonces director de ABC, José Antonio Zarzalejos, bilbaíno y amigo, me ofreció una colaboración regular en el periódico. Mi primera columna semanal apareció el domingo 21 de marzo, diez días después de las bombas en los trenes de cercanías de Madrid. Lo que sigue es una breve relación de algunas cosas que me pasaron en aquel decamerón, como dirían los clásicos.

12 de marzo. Acudo a la manifestación cívica en condena de los atentados. Marcho inmediatamente detrás del Gobierno, en compañía del defensor del Pueblo, Enrique Múgica; del presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga, y de la Ararteko vasca, Merche Agúndez. Al llegar a Atocha, el delegado del Gobierno en Madrid se hace un lío y dispersa la cabecera en distintas direcciones. De repente, me veo en una acera junto a Esperanza Aguirre y a algunos de su gabinete. Varios individuos se abalanzan contra la presidenta de la Comunidad de Madrid profiriendo insultos y amenazas. Aguirre ha perdido a sus escoltas. El mío, un joven policía de paisano, se abre la chaqueta y muestra la pistola enfundada. Acordándome de ‘El Padrino’ (primera parte) y de una novela de Pérez Madrigal, meto la mano derecha hacia el bolsillo interior de la gabardina y pongo cara de koldo o bulldog. La cosa funciona, y reculan. A duras penas accedemos a un hotel, desde el que Esperanza llama por el móvil a sus guardaespaldas. Llegan una hora después y abandonamos el edificio.

13 de marzo, jornada de reflexión. Volviendo a casa, al pasar por Génova, me encuentro con el escrache masivo a la sede del PP. Una antigua conocida mía, socialista, profesora de la Complu y poetisa, se me acerca. Sospecho que va a imprecarme, pero se muestra compasiva: «Pobrecito! ¡Cómo te han engañado estos fachas! Créeme si te digo que estos días he entendido por qué empezó la Guerra Civil…», me dice. «Pues empezó tal que así, como ahora mismo», le comento.

20 de marzo. El escolta de ese día me comunica, muy compungido, que sus jefes inmediatos han dado la orden, a él y a sus compañeros, de retirarme la protección: «Hay alguien que no le quiere bien a usted por ahí arriba». Hasta los jefecillos más pringados se adelantan a la formación del nuevo Gobierno, pienso. Pero todavía no añado: «Como en el 36».

Epílogo, 31 de marzo. Almuerzo con Aznar. Otro de los comensales afirma que la izquierda ha destruido la nación. Le observo que sin izquierda no hay nación. Aznar, irritado, tercia: «Y con izquierda, menos». Tenía razón, y eso que, asombrosamente, nadie sabía de la existencia de un tal Bolaños que pupaba aún en su capullo. Clarividencia se llama esa figura. Cumpleaños feliz, con un mes de retraso, presidente.