SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
Con puntualidad de reloj japonés llegaron al Congreso los ex presidentes, los Reyes eméritos y la Familia Real al completo, que fueron recibidos con una cerrada salva de aplausos por los tres centenares de ciudadanos apostados frente a la entrada. Antes, la llegada Pedro Sánchez había sido recibida con abucheos, al igual que la de Zapatero. Hubo aplausos para Rajoy y Aznar y algún silbido para Felipe González, menos que para sus compañeros. Era evidente que entre los concentrados había una mayor representación de los ciudadanos críticos con la gobernanza socialista, especialmente en los últimos tiempos.
Le entrada de los Reyes eméritos en el Hemiciclo fue acogida por una generosa ovación, que no fue secundada por los diputados de Unidos Podemos ni por González, cada vez mas parecido al retrato de Dorian Gray, que sólo se sumó a la ovación cuando los Reyes tomaron posesión de sus asientos junto a la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. Los podemitas se mantuvieron en su posición estatuaria con un curioso logo en la pechera, un perfil femenino, vago homenaje a Marianne, la alegoría de la Revolución francesa, aunque sin gorro frigio. Había trampa: se trataba del plagio de un anagrama creado para una casa de belleza girado 180 grados, un diseño que se puede comprar en internet por dos euros escasos. Así las cosas, ¿quién puede extrañarse de que Pablo Iglesias no proteste el plagio que el doctor Sánchez hizo de su tesis?
Se limitaron a no aplaudir y seguramente Don Juan Carlos recibió con alivio su frialdad gestual, que tampoco habían inventado ellos. Uno recuerda el pleno en el que el Rey Juan Carlos inauguró la legislatura constituyente, el 13 de julio de 1977. Su entrada en el Hemiciclo fue recibida con todos los diputados puestos en pie y un aplauso bastante extendido. No por todos; se daba la paradoja de que los 20 diputados comunistas aplaudían como leones y los socialistas, no. Tiene uno para no olvidar la imagen estática de González y Guerra, con el vicesecretario general del PSOE que guardaba las manos en los bolsillos de la chaqueta. Es verdad que al menos ellos tenían la excusa de no tener un chalé en Galapagar.
La presidenta del Congreso hizo un buen discurso, con su recado para el marqués, «no hay candados en la Constitución» y el del Rey fue excelente, con una necesaria reivindicación de la memoria de su padre y de la Constitución como un gran pacto nacional de convivencia, trufando su intervención de pertinentes citas de los padres de la Carta Magna.