- La vergüenza es que la ley no considere a la Guardia Civil profesión «de riesgo», cosa que sí hacen las aseguradoras cuando estos servidores públicos contratan un seguro de vida
El vídeo de dos agentes de la Guardia Civil retrocediendo ante un hombre armado con un cuchillo da mucha vergüenza. Pero no es el tipo de vergüenza que sentiría un estadounidense viendo el enfrentamiento y gritando «¿Por qué demonios no le pegan un tiro de una vez?». Para hacerse esa pregunta hay que desconocer la legislación española y la infradotación de los Cuerpos de Seguridad del Estado. (No así de los autonómicos). Busquen y fíjense bien en las imágenes. Observen: la corta distancia entre uno de los uniformados y el individuo que avanza esgrimiendo el arma blanca; el lenguaje corporal del segundo, indicativo de una plena resolución a seguir avanzando; la evidencia de que el tipo no alberga el menor temor ni es consciente de estar corriendo ningún riesgo; el tamaño del cuchillo; el tenor de unas amenazas verbales de carácter inequívoco y mortal; la renuencia de los guardias a usar sus armas reglamentarias (lógica, como veremos). Todo compone un cóctel letal. Es un milagro que salieran ilesos. El agente más próximo al sujeto ha estado muchos segundos corriendo un peligro de muerte real. Auténtico, inminente.
Y ese peligro de muerte lo ha corrido con independencia de que hubiera usado su arma de fuego en el caso de que, como parecía, el portador del cuchillo se hubiera abalanzado sobre él para clavárselo. De hecho, el indeseable le comunica dónde piensa hacerlo: en el cuello. Pues bien, a esa distancia, si el tipejo se lanza a cumplir con su amenaza, lo más probable es que el agente hubiera muerto o quedado malherido, sin importar las veces que en ese brevísimo lapso de tiempo se hubiera disparado al atacante. A la vista de la posición relativa de ambos, una vez o ninguna. Con un disparo (y con dos, y con tres), aunque se alcance al atacante, el guardia está perdido. Solo en las películas, se acierta al contrario en el centro de la frente bajo amenaza, en movimiento y sin tiempo para apuntar. Que no disparara en absoluto también sería verosímil; policías y guardias civiles están sometidos a una normativa sobre proporcionalidad que desconoce el peligro real de que avancen hacia ti con un cuchillo, y que por tanto aplica criterios de evaluación irreales.
De hecho, habría sido más seguro para el guardia lanzarse a por el facineroso si este hubiera portado un arma de fuego. Aparte de que habría estado legal y reglamentariamente justificado que el guardia disparara una vez le hubieran apuntado a él. Pero no antes. ¿Estamos o no ante una profesión de riesgo? Objetivamente sí, pero legalmente, no. Una injusticia que habrá que corregir. Y pronto. No, la vergüenza no es que los guardias retrocedieran. De hecho, el primero tenía que haber retrocedido más. La vergüenza es que la ley no considere sus profesiones como «de riesgo», cosa que sí hacen las aseguradoras cuando estos servidores públicos contratan un seguro de vida. La vergüenza es también su infradotación: con una taser nadie habría corrido peligro.