Ante el Palacio de Justicia de Bilbao, a la patada le siguió la pasividad de la Ertzaintza y la incapacidad para la autocrítica, la pretensión de convertir a la víctima en culpable y de que media docena de individuos son una peligrosa manifestación, la increíble invención del delito que no existe de ‘contramanifestarse’.
Da para pensar. Durante los últimos tres años ha habido en este país docenas de manifestaciones contra la política del Gobierno en materia terrorista, estatutaria y de educación. De ellas se ha dicho de todo y no precisamente bueno desde las filas socialistas y nacionalistas. Se ha dicho que eran obra de la extrema derecha, de franquistas, de falangistas, de fachas, de crispadores natos que desean el retorno a la Guerra Civil y a la España más negra, de gente torva, vil, sombría, bestial, ultramontana, terrible Y, sin embargo, en ninguna de esas manifestaciones ha habido una sola agresión. Pero luego se juntan para acompañar al lehendakari y para dictarles a los jueces lo que deben hacer unos pocos cientos de los ‘más grandes y selectos demócratas’ del País Vasco -la mayoría de ellos de la tercera edad-, unos pocos cientos de militantes del partido más católico y más modélico del mundo mundial y del Universo universal; de buenísimas personas que dicen estar muy preocupadas por la paz y se produce un espectáculo tan lamentable como el del lunes pasado ante el Palacio de Justicia de Bilbao, el cerco a siete ciudadanos, la patada en los testículos a uno de ellos, los gritos de ‘que se muera’
Da para pensar al que sepa cómo se hace eso y al que quiera además hacerlo. Cuando se produjo el abucheo a Bono en aquella famosa manifestación convocada por la AVT, que fue tan criticada pese a que no hubo agresión alguna (luego se demostró que todo se quedó en un zarandeo), uno escribió en defensa de Bono. El hecho de que fuera la causa de aquella manifestación la mejor causa de todas las que pueda haber (¿qué mejor y más noble causa que la de las víctimas del terrorismo?) no le cegó a uno ni le impidió solidarizarse con quien en aquel momento estaba en inferioridad de condiciones físicas aunque no se le tocara ni un pelo y aunque se llegara luego a la arbitrariedad de detener a dos ‘presuntos culpables de un delito que no se había cometido’. Sin embargo, lo que ha ocurrido en Euskadi es justo lo contrario. A la patada le siguió la pasividad de la Ertzaintza y la incapacidad para la menor autocrítica, la pretensión de convertir a la víctima en culpable y de que media docena de individuos que arropan a un abogado son toda una peligrosa manifestación, la increíble invención del delito que no existe de ‘contramanifestarse’.
Da para pensar quiénes son aquí más ultras, si los del aguilucho preconstitucional y residual, heráldico y anacrónico que no va a ninguna parte o estos otros energúmenos que se creen por encima de la ley así como el futuro de Euskadi y que podían tener como bandera y noble escudo de armas una boina y un zapato pisoteando dos grandes huevos de gules ornamentados sobre campo de plata con un armiño rampante.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 2/4/2007