Dame argo, Pedro

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • La promesa electoral de toda la vida ha adoptado la forma del obsequio personal en metálico

Tras el largo felipismo, ha sido habitual que los partidos políticos exploten una anomalía antropológica: la de que España crea en los Reyes Magos. González no apelaba al pequeño inocente que todos llevamos dentro. Todos es un decir, el mal en estado puro existe y se llama Equidistancia, Satán, Belcebú, Mammón. Eso de los regalos, incluso como electoralismo, apesta por lo fácil y lo grosero. La promesa electoral de toda la vida ha adoptado la forma del obsequio personal en metálico. ¡La gente fina no habla de dinero! La promesa gemela es un ahorro cuantificable. Lo primero se conoce como las paguitas, así los cuatrocientos del ala a la chavalada, a condición de gastárselos en cultura. Escarnio sobre el recochineo, visto lo que en la inaguantable España de hoy se considera cultura y, sobre todo, visto lo que no se considera cultura. Sobre recochineo, escarnio, decía, y sobre escarnio estafa, que a la hora de la verdad obtener la guita era ‘El proceso’ de Kafka.

La segunda modalidad de electoralismo basto y deprimente es también, recuerden, cuantificable. En euros. Pero en euros que supuestamente te ahorrarás si tienes más de 65. Un momentito. Si de los jóvenes se mofa el sanchismo, de los mayores se befa. Considéralo despacio, que las prisas nos matan: se supone que los mayores de 65 van a henchirse de entusiasmo porque los martes podrán ir al cine pagando dos euros. ¿Han reparado desde la torre de la idiocia, desde el minarete de la estulticia, en la gente de 65 o de 70 años últimamente? En comparación con otras franjas de edad, se pueden permitir el cine y la cena el día de la semana que les pete. En mi lejana juventud, un viernes bueno debía tener las cuatro ces: cena, cine, copa y coito. En la cuarta no entro, allá cada cuál. La primera es eterna: salir a cenar con los amigos es y será siempre grato, sea en uno de los restaurantes a los que te lleva Sostres (sin él no tienen tanta gracia), sea en un vegano de Malasaña con cuenco de cartón. De la copa, lo mismo te digo. Pero el cine… ¿El cine, Antonio, digo Fráudez, digo Pedro? Tú lo único que estás haciendo es regalar diez millones de euros al sector de las distribuidoras, que a menudo son propiedad de las productoras. Y punto. Al cine en martes no vas ni tú, con Biden invitándote.

Lo correcto es alentar la asistencia a las salas y la compra de libros en librerías. Al guano lo correcto. Pago una decena de plataformas online y veo la película que me apetece en una pantalla del siete. Mientras, fumo, paro la peli, consulto el móvil, puede que haga flexiones después de fumar. ¿Qué? Fui como mínimo cuatro veces por semana al cine durante más de treinta años. Si ya no lo hago es porque soy cinéfilo, precisamente. En cuanto a los libros, el amante de la literatura pisa ya muy pocas librerías porque se han convertido en mesas de novedades. Arréglalo, Pedro, y haz que volvamos a ser jóvenes.