LUIS HARANBURU ALTUNA-EL CORREO

  • Cada niño no euskaldun forzado a estudiar en euskera tiene una impedimenta que le sitúa en inferioridad de condiciones ante la vida

La inmersión lingüística en euskera de niños no euskaldunes es una realidad problemática en la docencia vasca. Sea o no el euskera la lengua materna del alumno, este se ve forzado a iniciar su recorrido docente en dicho idioma. El que esta sea la opción mayoritaria, sin embargo, no significa que sea la mejor ni la más oportuna para quienes tienen una lengua materna distinta al euskera. En este principio de curso se han publicado en estas páginas dos excelentes trabajos que exponen el problema de la inmersión en toda su crudeza; me refiero a los artículos de Ricardo Arana y Marta F. Vallejo que detallan algunos de los daños colaterales ocasionados por la obsesión ideológica y política que subyace al fenómeno de la inmersión lingüística en el sistema educativo vasco.

El euskera es una lengua que jamás contó con más hablantes que en la actualidad, pero aun así tan solo lo hablamos uno de cada cuatro vascos. La mayoría de los ciudadanos desconoce su lengua ‘propia’. Y es que el euskera ha dejado de ser la principal lengua de la sociedad vasca. A muchos euskaltzales nos duele la postergación del euskera y desearíamos una mayor extensión y profundidad de la lengua de Axular y Aresti, pero los hechos son obstinados y la actual configuración de la sociedad vasca es la que es.

Conformamos una sociedad bilingüe en la que el castellano es la lengua dominante. Una lengua, por cierto, tan nuestra como el euskera. Al nacionalismo, sin embargo, no le gusta este estado de cosas y desearía construir una sociedad en la que el euskera fuera la lengua predominante e incluso exclusiva de los vascos. El nacionalismo hegemónico que nos gobierna y tutela ha obviado la realidad lingüística de la comunidad. Sus políticas educativas priorizan la inmersión lingüística a pesar de los daños colaterales que semejante empeño provoca. A pesar de que, año tras año, las encuestas más fiables (Pisa y PIRLS) reflejen las graves carencias del sistema educativo vasco, el nacionalismo no parece dispuesto a evitar los efectos colaterales y nocivos de su medicina euskaldunizante.

Hace algo más de cincuenta años, cuanto todavía vivía el dictador Franco, algunos levantamos la voz para solicitar que los niños vascos cuya lengua materna era el euskera tuvieran la opción de ser educados en ella. Fue aquella una batalla que se apoyaba en argumentos pedagógicos y en recomendaciones de organismos como la OCDE y la Unesco. Las ikastolas fueron en su inicio instituciones que trataban de hacer valer la bondad del hecho de educar a cada cual en su lengua, pero la ulterior evolución del sistema educativo vasco terminó universalizando lo que era adecuado para algunos a la totalidad del alumnado, fuera o no euskaldun.

En la medida en la que el nacionalismo se fue haciendo hegemónico, la excepción se convirtió en regla tratando de hacer realidad lo que solo era una ilusión ideológica. El nacionalismo calificó al euskera de lengua propia de los vascos, tratando de ignorar que existía otra, el castellano, tan propia como el euskera. El ideal educativo vasco que figura en los textos programáticos y congresuales de los partidos tiene como norte la extensión del euskera a la totalidad del territorio y de la ciudadanía vasca. La euskaldunización es su meta.

Es con este objetivo primordial como se ha diseñado el sistema educativo vasco. Un objetivo eminentemente ideológico. Todo lo que lo contravenga -ya sean las directrices pedagógicas, las evidencias científicas o el supremo bien del alumno- es sacrificado en el altar de la identidad. Se pretende priorizar lo políticamente deseable a lo pedagógicamente correcto; es decir, que la lengua vehicular en el inicio del proceso educativo sea la lengua materna de cada cual. Lo que hace cincuenta años, durante el franquismo, reclamábamos como derecho fundamental del niño ahora se lo negamos desde las instituciones vascas.

Cada niño no euskaldun forzado a la inmersión lingüística arranca su carrera docente con una impedimenta que le sitúa en inferioridad de condiciones ante la vida. Es esta una realidad escasamente democrática. Lo que era indeseable con Franco lo sigue siendo con Urkullu y Otegi.

Los daños colaterales de la inmersión no parecen preocupar a las autoridades vascas ni a los sindicatos y docentes que abogan por esa vía, pese a ser la responsable de los retrasos educativos y comunicativos de una parte del alumnado. EH Bildu acaba de auspiciar un «pacto educativo con visión de Estado» para atajar «el retroceso en la euskaldunización» y propone un «modelo de inmersión lingüística general» que acabaría con los modelos A, B y D. Más claro, agua. Lo que se pretende es desterrar definitivamente al castellano como lengua vehicular implantando un totalitarismo lingüístico, garante de una plena euskaldunización. Hay quien sueña con la ‘bondad’ aterradora de las madrasas de Pakistán y Afganistán.