Parlamento vasco y parlamento abertzale como plena identidad. Ser o no ser abertzale, ésta es la cuestión. Sólo un parlamento abertzale podrá ser auténticamente vasco. Sólo un poder nacionalista puede garantizar… ¿qué?
Juan José Ibarretxe es una auténtica caja de sorpresas. Etiquetado como tecnócrata gris en el momento en que accedió a Ajuria Enea, con el tiempo está demostrando dotes insospechadas de animador de verbena. Primero fue la recuperación de aquel entrañable canto a la pluralidad, el «¿pero tú, Patxi, qué nación defiendes, la vasca o la española?», actualización cañera del tradicional «cómo quieres que una luz alumbre dos aposentos, cómo quieres que yo sea vasco y español a un tiempo». Ahora aspira a mantenerse en el primer puesto del hit-parade con una nueva versión del clásico «de fuera vendrán y de casa te echarán». Según nos acaba de advertir, con profunda y comprensible alarma, tanto el PP como el PSE aspiran a ser las fuerzas más votadas en las próximas elecciones con la intención -¡qué desfachatez!- de desalojarle del poder. No sé si son ustedes conscientes de lo que nuestro lehendakari, el lehendakari de todos (al menos mientras nuestra única diversidad identitaria sea la de ser vascos o vascas; parece que otras pertenencias no le ponen tanto) intenta decirnos: que hay partidos políticos que pretenden utilizar arteramente las confrontaciones electorales con el indefendible objetivo de cambiar los gobiernos.
Al escuchar estas declaraciones he recordado lo que el periodista satírico Will Cuppy escribiera a propósito de Carlomagno en su desternillante Ocaso y caída de prácticamente todo el mundo: «Carlos era tan evidentemente bueno y grande que fue coronado emperador de los romanos por el Papa León III el día de Navidad del año 800, con lo que se convirtió, al menos sobre el papel, en el sucesor de los césares, lo más alto que se podía llegar en política. Entonces anunció que él nunca había buscado los honores y todo el asunto le sorprendía mucho. Dijo que no tenía la menor idea hasta que le colocaron la corona en la cabeza cuando no miraba. Notó que algo le hacía cosquillas en la frente y, maldita sea, era la corona imperial». Algo así ha debido ocurrir con Ibarretxe: de pronto notó que algo le hacía cosquillas en la mano y, maldita sea, era la makila de lehendakari. Porque él nunca ha buscado ganar las elecciones, ni las anteriores ni las próximas. Eso sólo lo buscan otros, los otros, esos otros. Y están tan obsesionados con ese afán que son capaces incluso de hacer públicos unos tramposos sondeos favorables a los nacionalistas tras los que lo único que hay es «un interés por dormir al electorado abertzale y despertar al otro».
Despertar al otro. ¿A qué suena a película de miedo? Algo así como despertar de su letargo a la momia, o al conde Drácula. Sólo quieren adormecer al nacionalismo y despertar al Otro. A mí, por ejemplo, que deseo un cambio para que podamos pactar en libertad. A usted, tal vez. A nosotros, que somos «el otro» para el lehendakari. Esos otros que lo único que desean es lograr más escaños que la coalición PNV-EA para así lograr que el Parlamento vasco «no sea abertzale por primera vez en la historia».
Acabáramos. Parlamento vasco y parlamento abertzale como plena identidad. Ser o no ser abertzale, ésta es la cuestión. Sólo un parlamento abertzale podrá ser auténticamente vasco. Sólo un poder nacionalista puede garantizar… ¿qué? «Si tu quieres a un país, no hables mal de él torciendo los datos. ¿Cómo se pueden usar permanentemente argumentos en negativo para ilusionar a la sociedad?. Jamás alguien que traslade una visión negativa de este país lo dirigirá», ha profetizado Ibarretxe. Eso sí, no le han dolido prendas para acusar de inmediato a los dirigentes socialistas y populares en Euskadi de ser «franquicias de Madrid», de querer impedir que la sociedad vasca pueda construir libremente su futuro y de poner en riesgo el autogobierno, el bienestar y hasta la salvación eterna. Así, así: en positivo.
No son todas estas sinrazones de sobra para demandar un razonable despertar de los vascos que estamos ya hartos de esa demencial estrategia nacionalista de construcción política de extraños? Lo que más me asombra es que la candidata del PP, María San Gil, se anime a hacerle los coros: «Votar a Patxi López es votar a Ibarretxe». ¡Un poquito de por favor!
Imanol Zubero, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 22/3/2005