EL MUNDO 08/07/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
La vida política española tiene algo del tenderete judío en el que Brian pedía una barba postiza para camuflarse y huir de los romanos. Urgido por la prisa, paga el precio que le pide el vendedor, y éste se ofende: «¡No quiere regatear!», grita escandalizado y le explica que si él le pide 20, lo adecuado es ofrecer 10 y a partir de ahí, ya se verá.
Brian, el Alter Ego, se precipitaba al ofrecer lo primero que le pedían. Los socialistas han perfeccionado el tema mediante la diversificación de oferta. No importa lo que les pidan; ellos abren el bazar y ponen todo el género a la vista del soberanismo, a ver si pica. Tampoco sabemos con exactitud cuál es su público: si están ofreciendo pacto al Gobierno o tratan de hallar una oferta conjunta, un pack que satisfaga las aspiraciones nacionalistas, como un placebo para calmarles el mono independentista.
No hemos acabado de entender que a este personal es muy difícil distraerlo. Incluso en los tiempos en que Pujol disimulaba en su risilla y sus gestos abaciales el sueño independentista. El gran Umbral lo advertía con frase rotunda, para que Aznar supiera lo que tenía delante. Cito de memoria, aunque creo que con exactitud: «El catalán no es un menorero, sino un gordo correoso que tiene el corazón de pez negro y caracolas fenicias que le van cantando transferencias».
Los políticos catalanes están demostrando una pertinacia notable, ahí tienen la conferencia que ERC ha celebrado este fin de semana en L’Hospitalet, la segunda ciudad de Cataluña y silo electoral del PSC, donde el profesor Junqueras, –cuál será el nivel de los alumnos; (no hace falta que respondan: el de Mas)–, ha dicho con claridad deslumbrante: «Si de nosotros dependiese, ya habríamos proclamado la República Catalana». Eso es una reforma constitucional y no esos 14 parches de la Declaración de Granada, con que los socialistas se han apresurado a ofrecer lo que no les habían pedido.
Las relaciones del PSOE con el PSC están regidas por la misma lógica que las del PP con CiU. No importa lo que se les diga, sino lo que quieren entender. Pere Navarro es un Artur Mas socialdemócrata, pero igual de terne. Rubalcaba confiaba en que incluir en el artículo 2 el nomenclátor de las CCAA contentaría, por lo menos a Navarro. No acertó, pero tenía su lógica. El preámbulo del Estatut de 2006 dice: «La Constitución Española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad». Es evidente que no, basta leer el artículo citado. La propuesta socialista corregiría esta falsedad estatutaria.
El problema es que ya estamos en otra cosa. Lo que el PSC ha sacado en claro de Granada es su determinación de incluir el término ‘nación’ para definir a Cataluña en la CE. ¿Es posible que el PSOE lleve a CiU y a ERC al federalismo, si ni siquiera convence a Pere? Debería empezar, no ya por el PSC, sino por el PP. Un paso pequeño, pero realista, sería que Alfredo propusiera a Mariano un pacto de Estado para ofrecerle a Duran i Lleida, el prisionero del Palace, un cambio a la Suite Real. Total, no llega a 5.000 euros diarios y para estancias largas creo que hacen descuentos.