IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/05/17
· Muchos socialistas creen que con una tautología de tres palabras, no-es-no, se puede construir un proyecto razonable.
Hace pocos meses, el Partido Socialista francés se dio un capricho. Ciertamente no tenía buenas perspectivas pero presidía la República, dirigía el Gobierno y contaba con un candidato moderado, Manuel Valls, que además había sido primer ministro. Un hombre capaz de reunir voto de centro izquierda para frenar a Le Pen sin tener que recurrir al evanescente Macron.
Sin embargo, en unas primarias abiertas, los militantes y simpatizantes –hay simpatías que asfixian– decidieron elegir, como los laboristas ingleses, al aspirante más rojo, Benoît Hamon; el más próximo a las tesis del populismo izquierdista. Resultado: el PSF fue la fuerza menos votada. Pasó del poder presidencial a un raquítico 6 por ciento y la candidatura de Mélenchon –el favorito de Pablo Iglesias– lo triplicó en sufragio. La factura de darse el gustazo.
El PSOE está ante la misma tentación. El discurso simplista de Pedro Sánchez, capaz de convertir el rechazo a Rajoy en un proyecto político, ha encandilado a gran parte de las bases que se desgañitan gritando no-es-no para autogalvanizarse. Sánchez tiene fuera de su partido una trayectoria de contumaz perdedor estrellado en dos elecciones generales. Su plan pasa por gobernar aliado con Podemos porque desconfía de sí mismo casi tanto como recelan de él los votantes.
La unidad de la izquierda es una confesión de impotencia en una organización que ha liderado el país en dos largas etapas sin necesitar a nadie. Pero muchos de los suyos se han cansado de perder –¡¡con él al frente!!– y frente a una candidata que al menos gana en su territorio aceptan la paradoja de resucitarlo para tratar de dar un paso adelante.
El retorno del secretario general derrocado garantizaría al socialismo español un papel progresivamente menguante. Por eso lo apoya sin disimulo Pablo Iglesias, que se ve como principal beneficiario de la irrelevancia de un rival dispuesto a suicidarse. Con Sánchez de candidato, el voto moderado que dio las mayorías al PSOE volverá a escapar hacia la abstención o hacia Cs y el voto radical seguirá fluyendo hacia los más radicales. Pero bastantes afiliados, muchos miles a tenor de los avales, siguen creyendo que alrededor de una tautología de tres palabras, no-es-no, sí-es-sí, se puede construir un programa político razonable.
Desde que se desplomó Zapatero, los socialistas no han dado con la tecla y empiezan a desesperarse. Les ha faltado inteligencia en la dirección y pedagogía entre las bases. La eclosión de Podemos les irrita y les tienta a la vez; han perdido la cohesión que les proporcionó la hegemonía y se han vuelto una organización convulsa, cainita e inestable. Para seguir el camino de sus correligionarios en Francia y Gran Bretaña les falta una decisión que tomar: la de entregarse al antojo de un voto autodestructivo que les producirá una gran satisfacción visceral antes de conducirlos al desastre.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/05/17