Es una mala noticia atroz la muerte de David Gistau, que era, no solo uno de los nuestros, como decía Herrera esta mañana, sino uno de los mejores de los nuestros. Tenía una humanidad expansiva que imponía con su conversación y su risa. No llegar a cumplir los cincuenta es una tesitura vital impropia. Es una edad indecente para morirse. Él había escrito una columna en la que relataba su experiencia de niño sin padre, muerto prematuramente, y transmitía su preocupación por no dejar a sus cuatro niños en el mismo desamparo que él sintió. “Voy a dejar de fumar”, abrochó la pieza con la rotundidad y maestría que él acostumbraba.
Le gustaban el boxeo y el cine. Uno de los primeros recuerdos que tengo de David es en un almuerzo en Comillas, en el que vestía una camiseta de Muhammad Ali, el campeón que me hizo aficionarme al boxeo cuando se llamaba Cassius Clay: “Float like a butterfly, sting like a bee”, (flotar como una mariposa, picar como una abeja). La última vez que lo vi, cuando él ya estaba en coma después de sufrir un ictus mientras hacía guantes en un gimnasio, fue en una figuración que hizo en la última película de su amigo José Luis Garci, ‘El crack cero’. Era una escena que transcurría precisamente en un combate de boxeo.
La muerte de alguien como David Gistau nos disminuye a todos, pero daña irremisiblemente a este oficio, como si el periodismo no tuviera ya bastante con lo que tiene. (Esta mañana en la COPE).