- Como te gusta cultivar el género epistolar, vamos a seguir tu ejemplo remitiéndote una pequeña misiva
Pedro (y no añado el «querido» que suele encabezar las cartas porque tampoco es necesario ponernos cínicos):
He escuchado tus entrevistas tras el simulacro de meditación de cinco días, del que saliste como entraste, atornillado al poder. También he leído con interés –y un café anti-bostezos– la cuádruple página en tu periódico de cámara. Aquí no podemos entrevistarte, pues eres el primer presidente de nuestra democracia que se niega a atender a los periódicos que no son prosocialistas o proseparatistas. Así que a falta de conversación, y como te complace el género epistolar, procedo a practicarlo, aunque sin entrar en las efusiones amatorias petrarquianas que tú cultivas con tanto donaire.
Como sabes, pues para eso eres doctor cum laude, Eusebio Hierónimo, más conocido como San Jerónimo, fue un sabio doctor de la Iglesia, nacido en el siglo IV. Una célebre cita de sus Cartas reza así: «Dum excusare credis, accusas». Es decir: mientras crees que te estás excusando, te acusas. Lo cual tal vez te sonará más en su antigua formulación latina: «Excusatio non petita, accusatio manifesta».
Si algún clásico avezado en los torbellinos de la política, tipo Cicerón, leyese tu última entrevista, le vendrían a la mente esas citas. Y es que te estás viendo obligado a desmentir que peligre tu liderazgo, y además, niegas sin que te lo pregunten que el extravagante espectáculo de la no-dimisión guarde relación con lo que tú llamas «la salud mental en los liderazgos en estos tiempos tóxicos». Ante tu caso, Cicerón nos diría que «la evidencia es la más decisiva demostración». Es decir: estamos ante un pato cojo cuestionado en voz baja por su propio coro y un tanto inestable anímicamente.
Para levantar una cortina de humo ante los chanchullos de tu mujer y la corrupción de tu partido se te ocurrió el insólito show de la cartita. Pero te ha debilitado. La extravagante misiva ha puesto boca arriba universalmente las andanzas de tu esposa, que hasta entonces no existían en tus medios afines ni en el extranjero. Además, el simulacro de dimisión, pensado para forzar un sonado respaldo en la calle, ha evidenciado que tus apoyos andan justitos. La «manifestación multitudinaria» del «¡Pedro no te vayas!» se quedó en Marisu haciendo un poco de loquilandia por las aceras y unos 6.000 parroquianos en Ferraz, la mayoría de la «yayosfera» y muchos acarreados en buses.
Fiel a tu vieja querencia por la apropiación intelectual, le has guindado al ya fracasado Iglesias Turrión el cliché de «la máquina del fango», que repites como quien se agarra a una tabla de salvación. Podríamos preguntarte retóricamente: «¿Y qué es el fango, Pedro?». Y responder parafraseando a Bécquer: «¿Y tú me lo preguntas? El fango…».
En efecto. Tú inventaste el «muro», que niega a tus adversarios su derecho a existir. Tú insultas a los que no piensan como tú tachándolos de «fachosfera». Tú contaste con una número dos, Adriana Lastra, que en plena pandemia acusó en sede parlamentaria a PP y Vox de preparar «un golpe de Estado» (y os quedásteis tan anchos). Tú has promocionado el matonismo de un jabalí de la dialéctica, que ahora ha abierto un follón tontolaba con Argentina. Tú niegas su derecho a estar en política a Vox, formación perfectamente constitucional, mientras abrazas al partido de ETA y a los golpistas catalanes. Tú y tu vicepresidenta acusasteis al líder de la oposición en el Congreso esgrimiendo un bulo –ese sí que lo era– desmentido en horas. Pero en ese caso, según tu apreciación, no hubo desinformación ni fango, simplemente «un medio de comunicación que publicó esa información y luego rectificó».
Tú has colocado a un miembro de la Ejecutiva del PSOE en el CIS para que manipule las encuestas a tu favor. Algo tan escandaloso que hasta tu periodista afín Pepa Bueno ha tenido la mínima dignidad de señalártelo. Y le respondes, con olímpico desprecio a nuestra inteligencia, que «Tezanos le podrá gustar más o menos, pero es un catedrático en Sociología». Tú eres el que vuelves a insultar nuestra capacidad mental cuando defiendes las cartas de recomendación de tu mujer a empresas a las que luego das contratos. La peregrina excusa que ofreces es que «no son cartas de apoyo, es un contenido profesional que se envía a distintas instituciones y es una declaración de interés».
Continúas tomándonos el pelo cuando tras asegurar con rostro transido y vocecilla queda que has estado cinco días «con el estómago encogido» sopesando la dimisión, acto seguido concluyes que «no ha llegado el momento» de un relevo y anuncias una cacería de jueces y periodistas para atornillarte en el cargo sine die.
La bota del Ejecutivo pisando al poder judicial. Confirmas que retomarás el plan chavista que te frenó en su día Bruselas, a fin de rebajar a la medida de tu coalición Frankenstein la mayoría que elige al CGPJ. Además, pretendes censurar a los medios y periodistas críticos, un ataque a la libertad de expresión que maquillas con el eufemismo de «aportar herramientas e instrumentos para acabar con los bulos y la desinformación». ¿Y quién decidirá qué es bulo y desinformación? Pues es fácil, el autócrata.
«Seamos esclavos de las leyes para poder ser libres», porque «la salud del pueblo estriba en la supremacía de la ley», repetía Cicerón. Y aquí hemos llegado al insalubre extremo de que consideras que la ley eres tú.
Tu categoría moral, Pedro… en fin.
A la espera de que pronto me ofrezcas alojamiento y pensión completa en Soto del Real por delito de disidencia, te envío un saludo atento y un ruego: hazte y haznos un favor, dimite.
Pero de verdad.