Este domingo todos nos jugamos mucho en las elecciones autonómicas que se celebran en las vascongadas. En primer lugar, el horror que supondría tener a un lendakari bilduetarra, por muchas excusas de mal pagador que ponga respecto a ETA. La organización terrorista fue una banda de asesinos sin paliativos, una mafia chantajista, un grupo de matones que obligaron a 180.000 vascos a marcharse de su tierra ante el riesgo que corrían ellos y sus familias – hay quien sostiene que fueron más – y que cargarán siempre con el terrible baldón de más de mil crímenes, la mayoría todavía sin esclarecer. ETA fue un cáncer de nuestra democracia porque hay que recordar que cuando más mató fue después de que el régimen franquista hubiera desaparecido. Hicieron suyas las calles, los bares, los barrios, los pueblos, y todo eso bajo una ominosa omertá que todavía dura. Allí solamente gritan quienes celebran los onguietorris cuando un asesino es puesto en libertad, celebrándolo como si de un héroe se tratase. A estos los representa Bildu, que tiene bastantes números para ganar, lo que indica que en esa parte del territorio nacional hay una parte de gente que está completamente loca, por no decir algo peor.
ETA fue un cáncer de nuestra democracia porque hay que recordar que cuando más mató fue después de que el régimen franquista hubiera desaparecido
La alternativa es el PNV, que tira la piedra y esconde la mano, el que, como dijo en su día Arzalluz, recogía las nueces del árbol que sacudían los terroristas, el PNV que tiene como ideólogo a Sabino Arana, un orate racista que hoy en día se vería en los juzgados por sus mensajes de odio contra la gente en general y contra las mujeres en particular. Ese PNV que han blanqueado tanto socialistas como populares, que ha hecho rancho aparte en materia de solidaridad interterritorial con el famoso cupo vasco. Es el PNV que lanza soflamas incendiarias cada Aberri Eguna para luego disfrazarse de gente seria y negociar en Madrid temas de un estado al que ni se sienten vinculados ni defienden. Podrían también ganar, intentando evitar que los bilduetarras puedan ganar a sus papás por considerarlos traidoreak a la patria vasca.
¿Qué más queda? Un sanchismo que está gobernando gracias a Bildu y PNV y que ahora descubre que los primeros son malísimos. Sánchez es así de amoral, igual pacta una ley de vivienda nefasta para el sector con Mertxe Aizpurúa, calificando a los bilduetarras como “socios estables”, que ahora reniega de ellos por su “desprecio” hacia las víctimas de ETA. Y después están los constitucionalistas, que lo tienen mucho peor que hace unos años. Porque allí, como en Cataluña, el estado hace tiempo que hizo mutis por el foro y es dificilísimo reconquistar esos reinos de taifas, máxime cuando quien gobierna prefiere pactar con esos reyezuelos locales que luchar porque todos los españoles, tengan los mismos derechos y deberes.
Seamos claros: lo único destacable de estas elecciones es en qué afectan a la política de alianzas en el Congreso y si Sánchez pierde el apoyo de unos u otros. Son cuarenta años de dejación. Seguiremos atentos porque aquello también es España, mal que les pese a los abertzales y a la burguesía vasca. Pero gane Bildu o el PNV el árbol y las nueces seguirán en manos de los mismos a los que tanto les cuesta condenar el crimen amparándose en una patria vasca ficticia, que solo ha servido para elevar el crimen a la categoría de ideología política.