Alberto Ayala-El Correo
El casi siempre controvertido escritor Arturo Pérez Reverte confesaba el pasado sábado en ‘La Sexta Noche’ que el único político español del momento que le resulta «interesante» es Pedro Sánchez. «Es un hombre que no tiene escrúpulos. Que miente sin ningún complejo. Tiene la falta de escrúpulos que caracteriza a los políticos de raza», soltó. No seré yo quien califique de interesante a una persona de las características que Pérez Reverte atribuye al presidente del Gobierno en funciones. Básicamente porque, y llámenme ingenuo si les parece, no creo que para ser político haya que ser una suerte de ‘killer’ carente de principios. Los hay. Pero ni todos, ni la mayoría.
Y con ello no quiere decir que el escritor y académico no tenga su parte de razón. Y notable. Vean si no los bandazos que siguen protagonizando los líderes de las formaciones más votadas en las generales de abril: Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera. A la cabeza de todos ellos el ‘naranjito’. El político que dio el salto de Cataluña a la escena nacional, convenientemente apoyado por bancos, empresarios e importantes sectores de la opinión publicada madrileña. ¿Su cometido? Ser una suerte de partido bisagra para permitir que PSOE y PP siguieran turnándose en el poder. Y, sobre todo, evitar que socialistas y populares tuvieran que aliarse, como en Alemania, con el consiguiente desgaste para la fuerza menor, al objeto de hacer imposible la llegada de Podemos a La Moncloa.
Aquel joven socialdemócrata mudó en liberal de la noche a la mañana. De partido bisagra de centro giró a la derecha con ánimo de desplazar al PP como referente. Y convirtió a Pedro Sánchez en el gran enemigo con el que, incluso, se negaba a hablar. Ahora, este fin de semana, con las encuestas vaticinando a Ciudadanos un morrocotudo batacazo el 10-N, ha llegado el bandazo. Con la misma falta de argumentos con que Rivera ha rechazado en los últimos meses intentar entenderse con Sánchez, ahora se abre a hacer posible su investidura después de las elecciones.
El líder del PSOE se ha apresurado a desdeñar el ofrecimiento del político más veleta que uno recuerda. Y no por coherencia, que Sánchez es otro experto en rectificar y en cambiar de principios y de propuestas a conveniencia. Sino porque parece harto improbable que socialistas y liberales sumen mayoría absoluta.
Mientras, Casado sigue sin descartar la gran coalición… si las derechas no suman, claro, que parece no lo harán. Y reorientando al partido hacia el centro, recuperando a exministras de Rajoy. Como Sánchez, que de hablar de nuestro país como una ‘nación de naciones’ y de ofrecer una mesa de acuerdo al independentismo catalán con relator incluido ha pasado a hablar de España y del 155 día sí día también.
Un Sánchez empeñado en gobernar en solitario sea cual sea el resultado, pero que sigue sin decirnos qué hará si no le basta con los escaños que obtenga y con el respaldo de Más País, el nuevo partido de Errejón. Apoyo para un Gobierno de progreso, pero incompatible con un eventual respaldo de Ciudadanos a un PSOE que ha dejado de mirar a la izquierda para buscar votantes en el centro.
Es una estrategia tan válida como cualquiera… si funciona. Yo, desde la prudencia, no estaría tan seguro de que Más País va a restar votos a Unidas Podemos, que lo hará, y no al PSOE. Atentos al resultado que obtengan los ‘errejonistas’ en circunscripciones como Bizkaia, donde concurrirán con una atractiva candidatura encabezada por Txema Urkijo e integrada por otros prestigiosos exdirigentes de Gesto por la Paz.