- Será preciso hablar de lo de ayer y decir cosas que no se comentan por miedo a ser políticamente incorrecto
¡Quién te ha visto y quién te ve, ocho de marzo! Uno recuerda haber acudido hace años a manifestarse solidariamente junto a mujeres que defendían la igualdad salarial, social, familiar, política; mujeres que demandaban la conciliación familiar, que se aumentase el número de parvularios, que se otorgasen ayudas a las madres solteras – ahora familias unifamiliares, univitelinas, unicornios o yo qué sé-, que se permitiera el ingreso de la mujer en igualdad de condiciones a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado así como en las fuerzas armadas, en fin, que se promoviera la igualdad entre ambos sexos. No creo que exista nadie con sentido común que pueda estar en contra ni que niegue que la maternidad se ha empleado como factor de discriminación laboral contra las mujeres. El meollo estaba ahí: lo que reclamaban y reclaman las feministas serias es la igualdad entre sexos.
Querían las mismas condiciones de sueldo, consideración y promoción que los hombres, no llegar solas y borrachas a su casa. Porque entonces se hablaba de trabajo, no como ahora que todo ha quedado reducido a hablar de los complejos que afligen a quienes se autoproclaman feministas y que se pasan el día hablando de sexo, como las pías damas del ropero de antes o algunos sacerdotes obsesionados por saber cuantas veces te tocabas al día.
El meollo estaba ahí: lo que reclamaban y reclaman las feministas serias es la igualdad entre sexos
Ver en que ha quedado esa jornada reivindicativa me produce una tristeza infinita. Algunos ejemplos: unas feministas furiosas le arrean de lo lindo a un fotógrafo en mi ciudad, Barcelona, que había acudido a su manifestación – la noche del siete de marzo – a dar testimonio gráfico. ¿Un machista, un voyeur, un enviado de la Internacional Negra? Pues no, se trata del Premio Pulitzer Emilio Morenatti que se vio asaltado por diez individuas fuera de sí. Y como sea que Morenatti es, además, miembro de la Associated Press, la cosa ha tenido mucho eco en todo el mundo, poniendo de manifiesto la violencia que generan estos sectores ultra feministas que se manifestaban bajo el lema de “La noche es nuestra”. “En la próxima manifa de mujeres llevaré chaleco antibalas y casco de guerra”, decía, asegurando que lo mismo le había pasado a otros compañeros. Ganando amigos.
En paralelo, la gestoría que dirige Pedrito Aragonés anunciaba que piensa regalar bragas multiuso – de algodón de toda la vida, vaya -, copas menstruales y compresas. Lo decía la consejera de igualdad Tània Vergés. Se dispensarán mediante unos aparatos en lugares públicos como escuelas o estaciones de ferrocarril. De la generalidad, no se equivoquen. Cuando haga lo propio con los pañales, que valen también un pastón, iremos bien.
Se dispensarán mediante unos aparatos en lugares públicos como escuelas o estaciones de ferrocarril. De la generalidad, no se equivoquen. Cuando haga lo propio con los pañales, que valen también un pastón, iremos bien
Mientras, en la UAB y en la UPF, universidades ambas, se montaban barricadas con contenedores pintarrajeados con lemas solidarios como “Puta España” y los lazis estudiantes exigían el cierre de todas las facultades – lo que han de inventarse algunos-algunas-algunes para no pegar sello – protestando por el sistema patriarcal capitalista. Una señora que llevaba a su hijo al cole, harta de tanta pamema ha intentado pasar a través de las chicas indignadas mientras una de ellas le bajaba la cámara a un reportero de la Xarxa diciendo “No grabes, no grabes” porque las indignadísimas han rodeado el vehículo, empezando a golpearlo con saña feroz. El remate ha sido protagonizado por el PACMA que reivindica un feminismo, agárrense bien, sin distinción de especies colocando en el mismo cartel la cara de una mujer y la de una vaca. Que las rumiantes también están explotadas por el machismo. Y las gallinas. Y las ovejas. Y toda especie animal que incluya género.
Esto ya no es el ocho de marzo. Esto es un manicomio que se ha dejado las puertas abiertas. Nada que ver con esa lucha de la que les hablaba antes. Qué pena, repito. Qué pena.