EDITORIAL – EL MUNDO – 09/10/16
· La banda terrorista ETA no se resigna ni a su derrota ni a su inminente desaparición. En un desesperado intento por recuperar el protagonismo perdido desde que anunciara el cese definitivo de su actividad armada en 2011, la organización ha contactado con el Gobierno francés con la intención de abrir una nueva vía de diálogo. Pero en realidad, no tiene nada que negociar. Su única intención es la de volver a legitimarse como interlocutora en un panorama político que la da ya por amortizada, puesto que los partidos de la izquierda abertzale se han convertido en el único cauce legal de sus propuestas independentistas. La nueva dirección etarra ni siquiera puede utilizar la coartada de los presos, ya que los intereses de éstos están ahora defendidos por Sortu. Además, dada la justificada postura de los gobiernos francés y español de mantener la política de dispersión de los 455 encarcelados de la banda, pocos avances pueden esperarse en ese terreno.
Desarticulados los comandos y controlados por la Policía los miembros de la nueva dirección, encabezada por Mikel Irastorza, ETA es hoy una organización extremadamente débil a la que sólo le queda por dar un paso: la entrega definitiva y sin condiciones de su arsenal militar. Por eso intenta utilizar su única baza ofreciendo al Estado francés, como muestra de buena voluntad, una entrega parcial de las armas que aún mantiene ocultas. Con ello pretende chantajear al Ejecutivo de Hollande con la intención de que la Justicia ofrezca un trato individualizado y más favorable tanto a los presos como a los terroristas huidos con causas pendientes. Pero Francia no debe aceptar ningún tipo de propuesta de la banda terrorista.
Tras años intentando instrumentalizar sin éxito a los mediadores internacionales, y ante la negativa rotunda del Gobierno español a sentarse a negociar nada que no sea la disolución definitiva de la organización, ETA ha decidido recurrir a Hollande antes de que éste abandone el Elíseo, como es previsible, y sea sustituido por un presidente menos receptivo. Sería un grave error de nuestro país vecino dar a la banda una legitimidad de la que carece y el protagonismo que afortunadamente ya ha perdido.
Además, de aceptar una vía de diálogo, el Gobierno francés estaría desautorizando al español, que se ha mantenido inflexible ante las demandas de ETA. A diferencia de lo que hiciera Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy se ha negado siempre a crear una mesa técnica de negociación y ha exigido a la banda terrorista que entregue su arsenal sin condiciones. ETA ha sido derrotada con las armas del Estado de Derecho y gracias a la eficaz actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y no puede esperar ningún trato favorable hacia sus miembros.
Con miles de atentados terroristas, 858 asesinatos a sus espaldas y 77 secuestros, ETA ha infligido a lo largo de cinco décadas un enorme sufrimiento a la sociedad española. Durante más de 50 años no tuvo ninguna consideración ética hacia los ciudadanos españoles a los que ha considerado siempre culpables de una supuesta falta de libertad en el País Vasco, algo que sólo existía en sus enajenadas mentes llenas de odio. Por eso, sus bombas no iban destinadas sólo a los efectivos militares y policiales sino también hacia miembros de la clase política y de la judicatura, industriales, periodistas o meros ciudadanos que tuvieron la desgracia de estar cerca de algunas de sus acciones homicidas.
Además, la banda sometió a un constante chantaje a cientos de empresarios y particulares a los que, bajo amenaza de muerte, exigía el pago del impuesto revolucionario para financiar su estructura criminal. ¿Qué deferencia puede esperar entonces de un Estado al que ha golpeado de forma inmisericorde? La ciudadanía ya tiene que soportar que algunos ex miembros de la banda como Arnaldo Otegi se presenten ahora como los salvadores políticos de una sociedad a la que quisieron destruir.
Por suerte para todos los españoles, ETA forma ya parte de la historia más sangrienta de nuestro país y el Gobierno hace lo correcto al negarse a hablar de nada que no sea poner un punto y final definitivo a su existencia. La nueva dirección de la banda terrorista es también consciente de ello y por eso busca desesperadamente un último momento de gloria pretendiendo negociar con Francia a cambio de una puesta en escena en la que entregarían algunas de sus armas. De esta forma pretende también denunciar la inflexibilidad del Gobierno español. Francia, por tanto, no debe caer en esta burda trampa y debe tratar a los miembros de ETA como lo que son: terroristas.
EDITORIAL – EL MUNDO – 09/10/16