Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- El Gobierno se enfrenta a dificultades inauditas para llevar sus deseos a la práctica, también en el gravamen a las energéticas
Es bien sabido que el Gobierno desea convertir el gravamen transitorio -qué inútil palabra- a las empresas bancarias y energéticas en permanente. Lo creó transitorio para facilitar su ingesta, pero ya sabemos que la resistencia de cualquier impuesto a morir es muchísimo mayor que su dificultad para nacer. Sin embargo, en este caso no está tan claro. Más bien lo que está claro es que el Gobierno se enfrenta a dificultades inauditas para llevar sus deseos a la práctica. Las hay de todo tipo y proceden de todos los puntos cardinales.
Veamos. Junts se opone al impuesto porque las empresas energéticas amenazan con paralizar sus inversiones o al menos ralentizarlas y disminuirlas. La energía es un sector clave en la economía catalana, Junts quiere apoyar a sus empresas -¡qué concepto tan estrambótico!- y amenaza con arruinar la intención. Además, ya sabemos que le encanta poner al sol las vergüenzas parlamentarias de Pedro Sánchez, para que se vean, no para secarlas, y si además le da un coscorrón a su íntimos enemigos de ERC y un abrazo a Foment del Treball, la alegría es completa.
El Gobierno cuenta con el apoyo incondicional de Sumar, que siempre quiere más madera fiscal para incrementar la velocidad del tren del gasto, pero igual se le complica la cosa porque pedirá más, para no perder el pulso con Podemos, a quien siempre mira de reojo. Por cierto, lo de Podemos es más grave, pues se ha autoimpuesto una serie de condiciones para apoyar los Presupuestos que el Gobierno no podrá cumplir y los podemitas no podrán evitar su oposición al haber condicionado todo a un referéndum de resultado conocida de antemano. Por ejemplo. No creo que, ni siquiera Sánchez, se atreva a romper relaciones con Israel, arruinando el bloque europeo.
La resistencia de cualquier impuesto a morir es muchísimo mayor que su dificultad para nacer
El PNV, depende. El gravamen en sí mismo ni le va ni le viene porque no lo recauda, lo que le interesa es convertirlo en impuesto, para incluirlo en el Concierto Económico y hacer después de su capa un sayo. Nadie diría que es un postura solidaria, esa de ayudar con su voto a consolidar el impuesto ‘para los demás’, para luego quitárselo de encima una vez concertado. Pero nadie podrá decir que es una sorpresa. Iberdrola y Petronor son los dos puntales claves de las haciendas vascas y mejor no tentar a la bicha. Se enfrenta con ello a Bildu y no son pocas ni despreciables las voces internas que claman por una posición más centrada en temas fiscales, que no sea un mero seguidismo de Sánchez, como lo ha sido hasta ahora.
La situación es complicada y, por ahora, los números conducen a la derrota parlamentaria. Lo cual pondría en aprietos al Gobierno pues afecta a las cuentas enviadas a Bruselas al tener que retirar de ellas unos cuantos miles de millones de ingresos. Para más ‘inri’ nos sale el hasta ayer ministro Escrivá y hoy nada menos que gobernador del Banco de España mostrando sus claras y rotundas reticencias a aplicar el gravamen a los bancos, pues lo considera discriminatorio -no se aplica a todas las entidades-, y peligroso para su solvencia, por lo que propone esquivarlo a cambio de incrementar la dotación de provisiones.
¿Queda algún obstáculo más? Seguro que se me olvida algo, pero todo esto me parece suficiente para augurar serias dificultades a la ministra de Hacienda para sacar adelante su compromiso. Todo esto tiene poca base, está mal concebido, por ese camino va a estar mal ejecutado y al final puede terminar estrellado contra el muro de la aritmética parlamentaria. Esto de gobernar con opinión pública libre y oposición activa es una lata.