Hay bromas muy buenas. La última, sin ir más lejos, es la que afirma que los españoles se creen de izquierdas. Es fantástica, sobre todo por la gracia que le ha tenido que hacer a Gaspar Llamazares.
No es para menos. Han tenido que ser la Fundación BBVA, cosa que también tiene tela, y un prestigioso catedrático estadounidense, lo cual ya es el colmo, los que han tirado de la manta para descubrir que España está llena de rojos.
Ahora bien, el estudio realizado no aclara qué entienden los gauchistas confesos por ‘izquierda’. ¿Acaso se sienten imbuidos de teoría revolucionaria al más viejo estilo? ¿Se estarán refiriendo a una toma de conciencia amparada en la puesta al día de las tesis marxistas? ¿Son troskistas, leninistas o estalinistas? ¿Quizás felipistas o zapateristas? ¿Qué son entonces? Pues está claro: son de izquierdas, aunque, a la hora de la verdad, no voten a Izquierda Unida ni hartos de grifa. Pero es que la palabra ‘izquierda’ aún tiene cierto glamour. Se mantiene como un exorcismo verbal que evita reconocer esa otra tendencia mucho más real que la enunciada por la dichosa encuesta. A saber, que en este país, el conservadurismo es lo que impera. Por eso nadie está detras las barricadas y éstas ya no existen.
Otra muy buena es la de la tolerancia. En este aspecto somos casi campeones. Una nación-convento de caridad, podría decirse. Se admiten mayoritariamente sin problemas vecinos de todo tipo y condición excepto, y esto es curioso, los judíos. ¿Por qué? Entendería ponerle pegas a Ariel Sharon, pero no veo el problema de aceptar como vecinos a los hijos de Israel. ¿Qué nos han hecho? Convendría ver de nuevo ‘La lista de Schindler’. En este tema he echado en falta una pregunta. ¿Aceptaría usted que uno de sus hijos se casara con un inmigrante? (Contéstela para sus adentros, no hace falta que la vocee). Y, por supuesto otra que dijera: «Oiga, señor/a inmigrante, ¿aceptaría que su hijo/a se casara con un/a occidental? Tan sólo es una idea que ofrezco a la Fundación BBVA y a Mr. Inglehart para futuros estudios.
Por último, no sorprende la afirmación de que vivimos en un país de moral abierta. Hasta hace no muchos años era al revés. Son cosas naturales. El apego a los contrarios que se llama. Aceptamos todo: la homosexualidad, ya era hora; la prostitución, como siempre; la eutanasia, de esto mejor no hablar; y hasta el sexo ocasional, esto gusta a todo el mundo. Aunque en este aspecto nos falla la anticoncepción y ese puntito de inteligencia que hace falta para disfrutar de los asuntos amatorios sin correr el riesgo de lamentar después de disfrutar o de olvidar lo prometido después de haber metido.
En conclusión, vuelvo a repetir que, en algunos aspectos, las bromas son muy buenas y, en otros, convendría que en un futuro se atinase un poco mejor. Fundamentalmente para no crear falsas expectativas.
Imanol Villa, EL CORREO, 13/7/2004