EL MUNDO 22/05/14
· Las imágenes del etarra, que se encuentra en situación de busca y captura, de compras en un centro comercial de Venezuela revitalizan los problemas que provoca el huido
Las imágenes muestran al etarra huido José Ignacio de Juana Chaos paseando con su mujer, Irati Aranzabal, y el hijo de ambos, por el centro comercial Nueva Barcelona en el Estado de Anzoátegui en Venezuela. Va paseando el carrito de su hijo –nacido en el país caribeño hace un par de años–, en vaqueros y con manga corta, mirando tranquilamente escaparates mientras su esposa habla por teléfono, cubierta la cabeza por una gorra azul.
El paseo, difundido ayer por Antena 3, fue captado el pasado domingo 11 de mayo a las dos de la tarde –según ha precisado la cadena de televisión–, el Día de las Madres en aquel país, y se produce con tanta placidez que nada hace sospechar que su protagonista está pendiente de una orden de busca y captura internacional, de la que las autoridades venezolanas han hecho caso omiso hasta el momento.
Y es que, en realidad, De Juana Chaos fue un problema cuando todavía estaba en prisión y lo sigue siendo ahora –aunque menor– por distintos motivos: porque el Gobierno de Venezuela, que ha creado un paraíso para los etarras, es muy remiso a detenerlos y a extraditarlos, y mucho menos si la acusación es, como en este caso, por un delito de enaltecimiento del terrorismo.
Y porque, si esa improbable extradición se produjese, el Gobierno español podría encontrarse con dos posibilidades igualmente delicadas: una penalización judicial escasa y el terrorista de nuevo por las calles del País Vasco, o la orden –muchísimo más remota– de ingresarlo en prisión provisional con el riesgo de que emprendiese una de esas huelgas de hambre a las que es tan aficionado y con las que consiguió tantas cosas en el pasado.
De Juana Chaos fue condenado a 3.000 años de prisión por su participación en 11 atentados en los que fueron asesinadas 25 personas. Tras pasar 17 años de cárcel, la aplicación del Código Penal de 1973 hubiera requerido su excarcelación en 2004, pero la Audiencia Nacional impidió su salida al anular por improcedentes unos meses de redención que le habían sido concedidos en su día «por su rendimiento intelectual» y por cubrir «un curso de redacción y del arte de escribir».
Durante ese tiempo en el que se le prolongó la condena, el juez Grande-Marlaska le procesó por pertenencia a banda armada y amenazas –delitos cuya condena podía oscilar entre cuatro y 14 años– por el uso que hizo de su presunta habilidad con la pluma, es decir, por dos cartas amenazantes que envió al diario Gara, una de las cuales iba dirigida a la directora de Prisiones, Mercedes Gallizo. Inició una huelga de hambre que obligó a los médicos a alimentarlo de forma forzosa. En octubre de 2006 abandonó su protesta, pero, tras confirmarse en noviembre que la Audiencia lo condenaba a 12 años, volvió al ayuno. El Supremo rebajó la pena a tres años y el Gobierno trasladó al preso al hospital Donostia, donde volvió a abandonar la huelga tras un pacto. Finalmente, en una decisión administrativa sin precedentes, el Gobierno le dio la libertad.
Efectivamente, estos vaivenes no eran casuales. De Juana Chaos se puso en huelga de hambre en plena negociación entre el Gobierno y ETA y su caso estuvo encima de la mesa en varias ocasiones. Lo estuvo, por ejemplo, en la reunión mantenida tras el robo de armas que los etarras perpetraron en Vauvert.
«Todo está bloqueado de momento. Hemos quitado al fiscal del caso porque se negaba a rebajar la petición de prisión de cuatro a dos años que posibilitaría su libertad. Pero el robo ha bloqueado situaciones que se podían encauzar», explicaron los enviados del Gobierno a los etarras tras su requerimiento en favor de De Juana. «Pero Iñaki ha abandonado la huelga. Nosotros hemos cumplido nuestra parte y, si no sale, ETA, que no acepta esta situación, obrará en consecuencia», respondieron los terroristas. Y el etarra recuperó su libertad.
Fuentes policiales aseguraron que una de las condiciones de su salida fue que se marchara al extranjero. No estuvo en el homenaje que se celebró en su honor en San Sebastián, pero envió una carta, que fue leída públicamente, escrita en unos términos que le valieron la orden de busca y captura actual. Trabajó de taxista en Irlanda, pero cuando el cerco se cerró en torno a él logró zafarse de la policía una vez más y apareció en Venezuela. Este periódico informó de que iba a tener un hijo allí y de que un turista había denunciado su presencia en un centro comercial de la zona a la que corresponden las fotos.
La Audiencia solicitó a Venezuela su detención, pero el país caribeño ni siquiera dio una respuesta. La causa está archivada provisionalmente, a la espera de nuevos datos.