EDITORIAL EL MUNDO – 13/11/15
· El espectáculo que protagonizó Artur Mas en el Parlament fue indigno. Pocas veces como ayer se había visto a un dirigente abdicar de sus principios para mantenerse en el poder. Lo que sucedió en la Cámara sería merecedor de una película de Groucho Marx con el todavía presidente de la Generalitat sacándose conejos de la chistera para fascinar a su interlocutor.
El interlocutor de Mas era Antonio Baños, el portavoz de la CUP, al que ofreció someterse a una cuestión de confianza a los 10 meses de mandato en caso de ser investido. No lo fue porque la CUP volvió a votar en contra tras un duro discurso de Baños no exento de ambigüedad.
Mas reconoció que había ofrecido a la CUP un nuevo esquema organizativo para el Govern, con tres vicepresidentes, pero que la formación de Baños había rechazado la oferta.
A pesar de lo que sucedió ayer en el Parlament, es posible que la CUP acabe apoyando a Artur Mas para presidir la Generalitat a cambio de concesiones en la hoja de ruta soberanista y en sus políticas económicas y sociales.
Baños no ha cerrado la puerta a esa posibilidad y la prueba es que anoche la CUP hizo público un documento en el que expone sus condiciones para alcanzar un acuerdo. Lo cual no es una sorpresa porque hay una cosa en la que Junts pel Sí y la CUP tienen un mutuo interés: en que no haya unas nuevas elecciones en las que seguramente serían castigados por el electorado.
En este contexto, Mas hizo otro guiño a los radicales al asegurar que no va a respetar la suspensión del Tribunal Constitucional, recordando que también desobedeció su fallo –que tome nota la Justicia– contra la celebración de la consulta ilegal. Por tanto, no cabe descartar que al final la CUP se prestara a ser su salvavidas en función de esa unión del frente independendista y de las contrapartidas que pueda obtener en la negociación.
Al mismo tiempo que Mas subrayaba que se va a saltar la ley, el comisario jefe de los Mossos enviaba una insólita nota a sus subordinados en la que les ordena que le notifiquen a él de ahora en adelante cualquier indicio de desobediencia o conspiración para la sedición de los altos cargos de la Generalitat. Según esa circular, él será quien decida si tiene que comunicar o no a la Justicia esas conductas.Se trata de una orden dudosamente legal, cuya intencionalidad es condicionar a los Mossos. Eso es evidente. Diga lo que diga, los agentes de la autoridad tienen la obligación de poner en conocimiento del juez cualquier hecho delictivo sin pedir permiso a sus superiores. Y es el juez el que tiene que valorar si hay delito, no el jefe de la Policía. Pero además en este asunto la Audiencia Nacional ya ha anunciado que va a investigar los casos de desobediencia, por lo que los Mossos tienen que actuar como policía judicial y, por tanto, su obligación es subordinarse al juez.
Si el comisario jefe decidiera no colaborar u omitir información a la Audiencia, estaría cometiendo un delito. Que no se llame a engaño ni intente confundir a nadie al arrogarse una autoridad de la que carece.
Además de ingobernable, hay altos cargos y funcionarios en Cataluña que siguen sin entender que están sometidos a la legalidad. Ayer, lo dijo claro y alto Felipe VI, que subrayó que «España no está dispuesta a que se cuestione su unidad». La Justicia debe velar para preservar este principio constitucional y para que se cumpla la ley.
EDITORIAL EL MUNDO – 13/11/15