ABC 07/01/15
· Boletines de ETA prueban cómo ha ido adaptando su táctica de aniquilar al adversario
La actividad asesina de ETA ha pasado por diferentes etapas, desde una primera en la que intentó la «guerra revolucionaria» hasta la última en la que buscó desesperadamente una negociación con el Gobierno, al que intentó desestabilizar, primero, con la práctica de un terrorismo indiscriminado, y después, con la «socialización del sufrimiento». Este medio siglo de actividad criminal ha sido analizado en un informe de la Comisaría General de Información de la Policía titulado «Estrategia y objetivos tácticos de ETA. 1962-2014», al que ha tenido acceso ABC. El documento tiene el valor añadido de que ha sido confeccionado a partir de la documentación interna intervenida a los etarras y fue pedido por el juez de la Audiencia Nacional Javier Gómez Bermúdez, que investiga si la organización puede ser acusada de genocidio.
Perversa táctica ETA buscaba la represión del pueblo creyendo que como respuesta se alzaría en armas contra el Estado
La fase de «guerra revolucionaria» arranca formalmente en 1962, tras la primera asamblea de la banda. En el documento «Principios» surgido de la misma ya se hace expresa referencia a los tres objetivos de la organización –territorialidad, independencia y socialismo– y a los medios para conseguirlos: «Se deberán emplear los medios más adecuados que cada circunstancia histórica dicte», y por tanto se admite ya de forma expresa la posibilidad de utilizar las armas. Y en la cuarta asamblea se aboga por el mecanismo de «acción-represión-reacción en espiral ascendente».
Casi desmantelada
La puesta en marcha de esta estrategia, que se prolonga hasta 1974, se salda con 27 asesinatos. Los etarras, según los analistas de la Policía, obtienen dos éxitos indudables: da visibilidad a una «situación de ausencia de derechos y libertades que cala en amplios sectores de la sociedad vasca y extiende el reconocimiento de la reivindicación nacional». Pero, por el contrario, dado que los atentados no han conseguido que la represión recaiga sobre la sociedad en su conjunto, sino sobre los etarras, no se consigue esa pretendida revolución de las «masas populares», sino la práctica desarticulación de la banda, como reconoce el boletín «Kemen», difundido en 1969.
Esta contradicción interna estalló en 1974, cuando se produce la escisión
Puerta del restaurante, en la parte vieja de San Sebastián, donde fue asesinado Gregorio Ordóñez de ETA militar, que en un manifiesto admite que «será preciso ocupar un lugar en las instituciones democráticas», pero también apuesta por combinar ese trabajo con la «lucha armada», «la única garantía de conseguir nuestros objetivos finales».
A partir de ese momento ETA entra en una nueva fase, que puede llamarse de «resistencia». Alcanza hasta 1982, y su objetivo principal es «impedir la instauración y la estabilización de un orden jurídico-político democrático que no recoja las reivindicaciones de ETA. Y, vinculado a este objetivo, el de forzar a los integrantes de los Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas y a las personas identificadas con el régimen político anterior a abandonar el territorio del País Vasco y Navarra». En el caso de policías y guardias civiles, la amenaza se extiende a sus familiares y amigos.
En este periodo, ETA-militar comete 281 asesinatos, de los que 47 son policías y 86 guardias civiles. Además, hay 31 señalados como «txibatos», 34 militares y 43 personas que identifica con el régimen anterior. Por su parte, ETA-político militar perpetra otros 24 asesinatos entre 1975 y 1980.
En un «Zutik» de ETA-militar de febrero de 1978, se afirma que «solo una lucha reivindicativa radicalizada y especialmente cruenta hará surgir las contradicciones latentes en el seno de Gobierno-partidos parlamentarios-Fuerzas Armadas». Además, se lanza la alternativa KAS como única solución al «conflicto».
De imposición a negociación
A partir de 1982, tal como reconoce la propia ETA, se entra en la fase de «negociación política». Los objetivos se mantienen inalterables, pero la banda ya admite que no los va a conseguir por una «rendición» del Gobierno a cambio del fin del terrorismo, sino que asume que son negociables en forma y plazos de aplicación. Es consciente, además, que nunca va a lograr la pretendida sublevación armada del pueblo vasco. Así las cosas, reconoce que solo con la «lucha armada» no puede hacer realidad la alternativa KAS, sino que debe complementarla con la movilización social y la presencia en las instituciones. Para el control de estos dos instrumentos, en 1983 KAS se reconfigura como un «bloque dirigente» político-militar en el que el mando absoluto lo tiene ETA.
Esta etapa se extiende hasta 1988 y durante la misma Herri Batasuna, el brazo político de la banda, alcanza una significativa implantación social. En ese periodo hay 179 asesinatos y la euforia en la banda es total porque ven el triunfo cerca. Pero cometen un error grave: el atentado de Hipercor del 19 de junio de 1987 en el que mueren 21 personas. Ese salto al «terrorismo indiscriminado» le cuesta muy caro. Desde la matanza citada hasta 1995 la banda asesina a 208 personas, 56 de forma accidental, lo que supone un aislamiento social cada vez mayor.
La siguiente fase es la de «socialización del sufrimiento». ETA ve que los cientos de asesinatos no han tenido resultado y que pierde el control de la calle. Los pactos de Ajuria Enea, Madrid y Pamplona han aislado a Herri Batasuna. En el «Barne Buletina» 67, de julio de 1993, se señala, en referencia a miembros del PP, PSOE y PNV que «el día que vayan al funeral de un compañero de partido, cuando vuelvan a casa quizá piensen que es hora de encontrar soluciones».
Asesinato de Ordóñez
El miembro de la mesa nacional de HB José María Olarra lo dice aún más claro en una entrevista en «Egin» del 10 de julio de 1995: «Nos va a tocar sufrir, pero ese sufrimiento lo vamos a compartir con ellos. Cuando sufran lo que nosotros estamos sufriendo, quizás se replanteen muchas cosas». El primer exponente de esta nueva estrategia fue el asesinato de Gregorio Ordóñez, en enero de 1995. En esta época ETA asesinó a 98 personas, 22 de ellas militantes de partidos políticos, aunque también hubo jueces, profesores universitarios…
«El 20 de octubre de 2011, sin haber conseguido ni la territorialidad, ni la independencia, ni el socialismo, con la Constitución, el Estatuto de Autonomía del País Vasco y el Amejoramiento del Fuero de Navarra en vigor», ETA-militar hace público el comunicado del fin del terrorismo. Y lo hace porque sabe que ha sido derrotada.
«Josu Ternera trajo más de 400 metralletas UZI»
El etarra Pedro María Gorospe Lertxundi, «Txato», implicó en su día a José Antonio Urrutikoetxea, «Josu Ternera», como el máximo responsable de la adquisición de armas en el mercado negro internacional, allá por la década de los ochenta, según consta en el amplio informe remitido por la Guardia Civil al juez Gómez Bermúdez. «Bajo las indicaciones de Josu Ternera –confesaba «Txato»– participé en la construcción de un escondite importante en el sótano de la casa de Pello Fagant (ingeniero aeronáutico francés) en Bidart…». En otro momento declaraba: «En 1988 no me acuerdo exactamente del mes, Josu Ternera trajo más de 400 metralletas del tipo UZI. Ayudé para descargar dos furgonetas».
Por aquella época Urrutikoetxea acumulaba todo el poder en el frente internacional, clave en un momento en el que ETA mantenía vinculaciones con otros grupos terroristas y regímenes de izquierdas. En Sokoa aparecieron pagos suyos referentes a actividades en Cuba, Costa Rica, México, Venezuela, Chile, Suiza, Togo, Gabón, Cabo Verde y Panamá.