EL CONFIDENCIAL, 31/7/2011
Idoia Mendizábal Múgica tardó tan solo siete años en pasar de la kale borroka a tener responsabilidades en ETA. Un ejemplo del tránsito de muchos jóvenes que se inician en la algarada callejera y terminan empuñando una pistola.
La Audiencia Nacional la condenó el pasado jueves a 25 años de prisión por lanzar varios cócteles molotov contra la vivienda de una ertzaina en 1998. Entonces tenía 20 años y hoy, con 34, acumula varios siglos de condena por varios atentados perpetrados como ·liberada· de un comando de la banda.
Madrugada del 31 de enero de 1998. Una decena de jóvenes encapuchados se acerca hasta una vivienda en la que han averiguado que vive una ertzaina, en la calle José Galo Zudaire de la localidad guipuzcoana de Idiazábal, contra la que lanzan varios cócteles molotov que convierten la fachada en una tea. Dos artefactps impactan contra la ventana de la habitación donde duerme la agente, que se asoma a ella y efectúa dos disparos al aire para disuadir a los atacantes, que huyen a la carrera. Nada diferente de lo que entonces era el paisaje habitual en el País Vasco: la complementación de los atentados de ETA con actos de violencia callejera
La fecha elegida para el atentado les jugó una mala pasada. Eran las fiestas patronales de Idiazábal y a menos de dos kilómetros del lugar de los hechos una patrulla de la Ertzaintza se percató de las llamas y se dirigió hacia ellas pensando que el fuego provenía de una gasolinera próxima. Cuando se encontraban en las proximidades se toparon de cara con un grupo de jóvenes encapuchados que escapaba a la carrera, y que al percatarse de que habían sido descubiertos se dispersaron para dificultar la persecución. La casualidad quiso que los agentes se fijaran en Idoia y otra muchacha que corría con ella, que fueron detenidas. Comenzaba una carrera hacia la nada que terminaría siete años después, en 2005, con su detención en Francia.
Paso a la clandestinidad.
Idoia fue puesta en libertad a la espera de juicio y huyó al país vecino cuando la Audiencia Nacional fijó su celebración en 2001. Desde ese momento se convirtió en una ·liberada· (a sueldo de la organización) a la espera de ser incorporada a uno de los comandos que pasaban al interior para cometer atentados. ETA había roto la tregua declarada en 1998 y mantenía una escalada de atentados que se había saldado con 23 asesinatos en 2000. Unas cifras que no se recordaban desde hacía años.
Un año después de su paso a la clandestinidad, en 2002, fue elegida para integrar el comando Olaia junto a Asier Arzallus y Garikoitz Aspiazu “Txeroki”, que con el tiempo se convertiría en el jefe del Aparato Militar de la banda y uno de los responsables de la ruptura en 2006 del último proceso de paz. Idoia y sus compañeros fueron los autores del atentado contra Eduardo Madina, entonces dirigente de las Juventudes Socialistas y actualmente el número 2 del Grupo Parlamentario, que perdió una pierna al estallar la bomba-lapa que habían colocado en los bajos de su vehículo.
El comando intentó también asesinar a Enrique Ybarra, presidente del consejo de administración del Grupo Correo y a los periodistas Marisa Guerrero, delegada de Antena 3 en Bilbao y Santiago Silván, director territorial de RNE, con el envío de sendos paquetes-bomba. Ese mismo año, el grupo atentó contra Esther Cabezudo, teniente alcalde del ayuntamiento de Portugalete, que salvó la vida milagrosamente al estallar un carro de la compra que los terroristas habían cargado con 20 kilos de tytadine. La edil cambió de acera en el último momento y evitó que la explosión les pillara de lleno a ella y a su escolta. Un atentado por el que Idoia sería condenada años después a 377 de reclusión.
Entre los dirigentes de la banda.
La Policía perdió la pista al comando, pero en 2004 los servicios antiterroristas habían situado a Idoia Mendizábal entre los seis terroristas más buscados, convencidos de que formaba parte del subaparato de cursillos, encargado del adiestramiento en el manejo de armas y explosivos de los nuevos miembros de la banda. Un año después fue detenida en Francia junto a Harriet Aguirre, entonces el número 2 del ya jefe de los comandos etarras, “Txeroki”.
El pasado mes de junio la Justicia francesa autorizó su entrega a España y el día 15 de este mes fue juzgada por unos hechos ocurridos catorce años antes. Sentada con los pies encima del banco de la sala blindada de la Audiencia Nacional, la magistrada Ángela Murillo, presidenta del tribunal, le llamó la atención para que mantuviera la compostura: “No está en un bar, señora. Siéntese normal”. El día 28 se hizo pública la sentencia: 15 años de prisión como autora de los delitos de incendio; 6 años más por tenencia y empleo de aparatos inflamables e incendiarios, y otros 4 por el delito de atentado. En total 25 años de reclusión; cinco más de la edad que tenía cuando cometió los hechos por los que ahora ha sido condenada.