Julio Gutiérrez, EL PAÍS, 5/8/11
Al poco de llover Bildu -pues, según parece, nadie ha tenido nada que ver ni nadie sabe cómo ha sido pese a los más de 300.000 votos-, y tras el consiguiente traspaso de poderes, el ya diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, concedió una serie de entrevistas. Al ser preguntado acerca de los asesinados por ETA, afirmaba: «Utilizar el señuelo del sufrimiento es muy poco ético». Con todo, la semana pasada recibía a una delegación de Segi para mostrarles su apoyo y después de reunirse con sus miembros emitía una nota en la que podían leerse sus valoraciones sobre «el sufrimiento que han padecido y continúan padeciendo». Y esta misma semana, en los actos de celebración del Día de Guipúzcoa, tras acercarse a departir y reconfortar a los familiares de los presos de ETA allí congregados, siendo acogido entre aplausos, irrintzis, aupas y vivas, y tras el desplante a la lehendakari en funciones, Isabel Celaá, al preferir el solaz de una cercana terraza veraniega a la celebración de la misa oficial en la Basílica de Loyola, se dirigía a los medios para hablar de que «todavía existe mucho sufrimiento» por lo que hace a los presos y sus familiares. Por lo que se ve, el sufrimiento ya no es ni tan señuelo ni tan poco ético. ¿O sí? Depende. El otrora redactor jefe de Egin y subdirector de Gara es, qué duda cabe, un experto en el arte de la evaluación asimétrica del sufrimiento.
«Es frívolo intentar reducir el sufrimiento que hemos padecido en este país a los atentados de ETA. No vale tomar la parte por el todo», decía en una de esas primeras entrevistas. En román paladino: si todos sufren, nadie sufre. Al diputado no parece que le guste la metonimia, ya saben, ese tomar la parte por el todo; sin embargo, en su diario quehacer político, pese a que porta el bastón de mando y lleva la venera de Guipúzcoa prendida en su pecho que le señalan como representante de todos los guipuzcoanos, se muestra, como hemos visto, como un consumado metonímico.
Y añade: «Cada uno lleva su mochila. El sufrimiento no se puede cuantificar». La mochila de Garitano me devuelve a un pasaje de la novela de Gabriel Vásquez El ruido de las cosas al caer. Dos conocidos se colocan sus audífonos para escuchar diferentes grabaciones. Mientras uno escucha el Nocturno del poeta José Asunción Silva, el otro escucha la grabación de la caja negra del avión en que pereció su esposa y rompe a llorar: «Yo no sabía si mirar o no a Laverde, si dejarlo solo con su pena o ir y preguntarle qué le ocurría. Y recuerdo haber preferido la seguridad y el silencio de mi grabación, donde la melancolía del poema de Silva me entristecía sin arriesgarme. Pensé que la tristeza de Laverde estaba llena de riesgos, tuve miedo de lo que esa tristeza contenía». Ahí está la diferencia, diputado. En el contenido de las grabaciones y de las mochilas. No todos los sufrimientos son iguales.
Julio Gutiérrez, EL PAÍS, 5/8/11