Editorial-El Correo

  • Sánchez necesita argumentos más sólidos para justificar la amnistía que la búsqueda de los votos del independentismo catalán

Tras resistirse durante semanas a pronunciar siquiera la palabra, Pedro Sánchez ha iniciado una campaña pedagógica para intentar convencer a los ciudadanos de las bondades de aprobar una amnistía por el ‘procés’. Una medida que él mismo rechazaba por inconstitucional hasta el 23-J y que ahora, con su investidura a expensas del independentismo catalán, reivindica «por el interés de España» y «en defensa de la convivencia». No obstante, en un arranque de sinceridad esgrimió ayer ante el comité federal del PSOE un motivo mucho más prosaico, aunque quizás más eficaz en un país polarizado hasta el extremo: «Es la única vía posible de que haya un Gobierno de progreso». El que aspira a formar con Sumar sobre la base del acuerdo firmado esta semana, que será sometido a una consulta de la militancia con una pregunta que elude el borrado de los delitos de los secesionistas, lo que resulta muy significativo.

El paso del candidato socialista sugiere que el pacto con Junts y ERC está amarrado. Falta el apoyo del PNV una vez asegurado el de EH Bildu. La fragmentación del mapa político obliga a un entendimiento entre diferentes para dirigir los destinos del país. La mayoría que persigue Sánchez es legítima. Pero de muy dudosa legalidad y moralidad la decisión anunciada ayer. Nadie discute la conveniencia de resolver las tensiones territoriales con Cataluña, que según el Ejecutivo habían quedado encauzadas con los indultos. Lo que no se entiende es que si la amnistía era tan urgente como se desprende de sus palabras, no figurara en «el plan para este momento», como reconoció antes de atribuir su nuevo cambio de opinión a los resultados de las urnas.

Harán falta argumentos más sólidos para sostener la constitucionalidad y conveniencia de una excepcional medida de gracia que, en resumen, significa que los sublevados el 1-O actuaron en el ejercicio de sus derechos y que el único error fue la respuesta del Estado. Y que el conflicto está zanjado aunque los líderes del ‘procés’ siguen sin renunciar a la vía unilateral. Evitar una repetición electoral para cortar el paso a la derecha es una ambición partidista razonable. Perseguirla traspasando líneas rojas dibujadas desde la Transición, un riesgo que es preciso medir. Sánchez habló de «una oportunidad única que no vamos a desaprovechar» y de hacer «de la necesidad virtud». El tiempo dirá si sus cesiones al independentismo, necesarias para que le invistan, han sido virtuosas.