LIBERTAD DIGITAL 16/09/14
JAVIER SOMALO
En la Diada suiza de 2014, la que salió a la calle con Pujol metido en casa, se pudo advertir un ligero cambio de tendencias. Nada alentador, por supuesto. Para empezar, fue el arranque oficial de la campaña por la secesión: para ellos, la última Diada dentro de España. Salvo en un raquítico tenderete oficial, lo que se vio fue una marea de banderas esteladas, o sea estrelladas, las de ERC. Esas banderas –y no había otras– en ningún caso reclaman un referéndum sino la separación de España y posterior régimen totalitario.
Por otro lado, la respuesta civil al alarde nacionalista también fue distinta este año. En Tarragona, Sociedad Civil Catalana; en el Círculo de Bellas Artes, Libres e Iguales y en el Club Siglo XXI, La Aventura de la Historia. Tres pequeños frentes que decidieron representar y defender a España en el día del aquelarre para rebatir el mito nacionalista. No es tarea fácil. Ellos llevan décadas y generaciones de ventaja en eso de la pedagogía –adoctrinamiento, en su caso–, arropados y financiados por los que se supone que deberían frenar sus pasos. Ellos han sido capaces de hacer tragar Diadas y ofrendas florales a los que se dicen no nacionalistas poniéndolos a desfilar por la calle nacionalista para poder insultarlos o pasarse el índice por la garganta: «tots morts».
Los tres actos celebrados en Tarragona y Madrid han sido importantes, qué duda cabe. Más que nunca. La parte histórica, cultural, ideológica y hasta escenográfica quedó elegante y solemnemente cubierta. Pero, ¿y la política? Más allá de la misión urgente del Gobierno, ¿quiénes, de entre toda esta transversalidad, van a llevar líneas de acción a un programa electoral? En cualquiera de los tres actos había representación de Ciudadanos, UPyD, PP y hasta PSOE. ¿Frente común? Menos que nunca. En el exquisito acto de Libres e Iguales y en presencia de una eurodiputada de UPyD se ovacionó espontáneamente al vilipendiado Sosa Wagner. Como desagravio ante los suyos. Otros visitantes políticos como el ministro Gallardón buscaron coartada para cuando se les pregunte dónde estaban en el día de autos. Además, si los actos de la sociedad civil se llenan de políticos, sobre todo si son ministros, es como echar agua al buen vino. Gallardón es uno de los expertos en empotrarse en la oposición a sí mismo.
No, no hay frente común aunque sean comunes muchos argumentos. Al final mandan las siglas, sean decanas o bisoñas. Y en esta ocasión se puede atribuir la culpa a Mariano Rajoy y a Rosa Díez. No se soportan pero han conseguido hacer una pinza –cascanueces, más bien– contra Albert Rivera. A ambos se les puede reprochar el estar frenando una potente alianza constitucionalista para Cataluña que lo sería para toda España. Del PSOE, mejor no hablar porque aquél de Nicolás Redondo no es el de nadie más. Y de las estrategias del «noi del Palace» ya habrá tiempo.
Así que nos quedamos en la corriente de opinión, en la pedagogía acelerada. Sin una línea política, una oposición de concentración al nacionalismo, en definitiva, sin una opción clara de voto –sobre todo en Cataluña por urgencia pero también en el resto de España– es como estudiar sólo en la víspera del examen.
Artur Mas y Mariano Rajoy han dicho lo mismo: que lo tienen «todo preparado». Uno para consumar la separación y el otro para impedirlo. O quizá ambos para irse. Se avecina mucha urna.
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