Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 11/12/11
Lo único que en los últimos años ha empeorado en España al ritmo de la economía es la valoración de la política y los políticos. Aunque, obviamente, ambas cosas guardan relación, pues el pesimismo sobre la situación económica es capaz de llevárselo todo por delante, únicamente a un mentecato se le ocurriría concluir que el galopante desprestigio de los políticos se explica solo por la crisis. Tal tesis es tan falsa como la que interpreta de igual modo el descalabro del PSOE el 20-N.
No, el desprestigio de la política y los políticos tienen que ver esencialmente con una forma de concebir la actividad pública consistente en verla como un chollo, al que uno se dedica con la intención de pasárselo bien, favorecer a los amigos y, llegado el caso, hacerse rico. Es la extendida opinión social de que demasiados políticos conciben así su actividad, la que ha llevado a los españoles a valorar, según el CIS, a los partidos con la nota más baja (2,76) de todas las que se otorgan a las instituciones estatales; y a considerar que la clase política y los partidos son, tras el paro y la crisis económica, el problema más importante de los que en España tenemos actualmente.
¿Por qué una valoración tan negativa, pese al hecho obvio de que hay muchos políticos honestos, que realizan su trabajo con dedicación y pulcritud y que prestan un servicio indispensable para la buena marcha del sistema democrático? La respuesta no es difícil: porque los que no cumplen esas condiciones -un porcentaje nada irrelevante del total- causan un daño devastador a los demás.
El caso de la aún ministra de Cultura es un ejemplo inmejorable de esa concepción del cargo público como un chollazo a explotar hasta el final. La señora Sinde ha venido siendo desde su toma de posesión la ministra peor valorada de un Gobierno fatalmente valorado: en los barómetros del CIS de abril, julio y octubre de este año su calificación era la más baja del Consejo de Ministros (2,55; 2,59 y 2,58, respectivamente) siendo en los tres casos la única que descendía del 3, a excepción de Leire Pajín, que también en abril y julio se colocaba por debajo de esa nota.
Pero esa desafección popular, que debería haber llevado a la ministra a extremar la prudencia en su forma de actuar, no le ha impedido tener la desvergüenza de preparar por todo lo alto la despedida de su cargo. Desde finales de octubre, con las elecciones ya convocadas, la ministra, imitando a Phileas Fogg, ha dado la vuelta al mundo (Japón, Francia, México, Estados Unidos y Rusia) no en ochenta días, sino en muchos menos, algunos de ellos, ya en funciones, y no con cargo a su bolsillo, como el personaje de Julio Verne, sino a costa de todos los ciudadanos españoles. Por si su gira turística, que recuerda a las que se organizaba los veranos la vicepresidenta De la Vega, no fuera suficiente para escandalizar al demócrata más templado, la ministra cambió su reserva hotelera en Moscú para alojarse en una suite de superlujo, cuyo coste es de ¡casi 1.200 euros cada noche!
¿Que por qué tienen tan mala fama los políticos españoles? Ángeles González-Sinde podría rodar sobre el tema una película y, para rematar su faena, podría financiarla con una subvención del Ministerio de Cultura.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 11/12/11