Que no se engañen en Madrid ni en Vitoria, sorprendidos porque ahora los nacionalistas se nieguen a participar en el 31 aniversario del Estatuto. Para los dirigentes del PNV el Estatuto no es más que un montón de transferencias. La «tajada» que diría Erkoreka. La «carta otorgada», según Egibar.
Una pintada con amenazas de muerte en la librería Laguna de San Sebastián que regenta la familia del ex consejero socialista José Ramón Recalde, quien salvó su vida tras un atentado, ha sido una oportunidad perdida para la izquierda abertzale. Una más. De nuevo, amenazas. Tal como había diseñado la cúpula de Segi desarticulada el viernes. Y la izquierda radical, en lugar de condenar esa vileza, ha permanecido callada. Paralizada. Seguramente tendrá más oportunidades para demostrar que su apuesta por la política democrática va en serio, pero si su reacción ante las tropelías sigue siendo el silencio, difícilmente podrá convencer al Gobierno y a los ciudadanos de que su apuesta va en serio y está dispuesta a correr riesgos. Aquí nada va a salir gratis.
Alguno de sus antiguos dirigentes ya dijo: «Para hacer una tortilla hay que romper huevos». Luego lo fulminaron políticamente. Y hasta ahora. La novedad que ministros, consejeros y otros observadores resaltan hoy para poder contemplar con cierto optimismo el futuro es que existe tensión entre la antigua Batasuna y el mundo de ETA. Lo viene diciendo el consejero de Interior, Rodolfo Ares, al mismo tiempo que reconoce que «ETA no tiene intención de abandonar las armas». La tétrica sokatira se presume, pues, de largo recorrido. Tanto que, posiblemente y si el entorno político de la banda no se muestra más audaz, no llegue a salvar sus credenciales para las próximas elecciones municipales y tenga que esperar a que pase el tren de las autonómicas.
De eso hablaron el presidente Zapatero y el lehendakari, en presencia de Rubalcaba y Ares. En los próximos meses cualquier gesto, elocuente o sigiloso, será interpretado en clave electoral porque el foco de atención está centrado en el paso que la izquierda abertzale deberá dar de la tensión al desmarque. Y hay un trecho. La película parece que se mueve pero los fotogramas son, de momento, los mismos pero pasados a mayor velocidad por el vídeo de la política doméstica. Eso favorece que se abran expectativas y se desaten rumores.
El presidente Zapatero pacta con el PNV su implicación en el final de la violencia y acto seguido afirma que los pasos del entorno de ETA no serán «en balde». Traducido. Si no son de balde es que se pagará un precio… Y se extiende la inquietud entre los sectores de la opinión pública que ya quedaron escarmentados de las trampas del último proceso. Pero el incombustible ministro del Interior y vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, insiste en que su Gobierno también quedó «escaldado» y que, por eso, tras la reunión del ‘cuarteto en La Moncloa’, se ha reforzado su idea de seguir presionando a ETA para empujarla al desestimiento. Estamos, de nuevo, en tiempos de inquietud política en los que la desconfianza puede jugar una mala pasada a quienes persiguen la derrota del terrorismo. Si «nunca fue tan necesaria la unidad democrática», como ha llegado a enfatizar Rubalcaba, los mensajes lanzados desde el Ejecutivo reflejan su temor a que se pueda cometer un error y la ciudadanía vuelva a desaprobar cualquier paso en falso que deje la sospecha de que los terroristas van a conseguir algún premio.
El momento demoscópico del presidente Zapatero sigue marcando la flecha descendente, a pesar de su lavado de cara al Gobierno y la tentación de buscar atajos para un triunfo en la lucha contra ETA estará siempre presente. Los mensajes del Ejecutivo son unívocos. El paso lo tiene que dar la izquierda abertzale, «y desde el Gobierno no les vamos a ayudar». Lo creen en Moncloa y Ajuria Enea. Pero en Sabin Etxea, la sede del PNV, tan optimistas por el ‘marcaje’ que le han hecho a los socialistas con su negociación presupuestaria, ven que el cronómetro va más deprisa. Tanto que Urkullu dice que el reloj de la izquierda abertzale está ahora «a menos cinco».
Puede ser que el PNV esté influido por los efluvios de la negociación en la Moncloa, porque le ha salido francamente bien. No porque las transferencias que han despreciado en los últimos diez años se hayan convertido ahora en su principal aspiración. No. La negociación con Zapatero les ha proporcionado una victoria que se sitúa en otro parámetro de mayor recorrido y del que, sin duda, el ex lehendakari Ibarretxe habrá sentido un pellizco de nostalgia. La victoria se enfoca a partir del momento en que Urkullu puede referirse al presidente del Gobierno diciendo «todo lo que hemos hablado él y yo». Así se expresaba en la entrevista concedida a EL CORREO. «Él y yo». De presidente a presidente. Una relación amable entre Euskadi y España. Eso es lo que viene persiguiendo el PNV desde hace muchos años. Una relación entre iguales, aunque Euskadi sea una «nación sin Estado» como la conciben.
La necesidad de Zapatero y la persistencia del partido de Urkullu en seguir mandando han provocado la coincidencia política en la que los interlocutores vascos sobran. Donde esté Zapatero no hace falta López. Donde esté Rubalcaba, ¿para qué Jáuregui? Pero que no se engañen en Madrid ni en Vitoria, sorprendidos porque ahora los nacionalistas se nieguen a participar en el 31 aniversario del Estatuto. Para los dirigentes del PNV el Estatuto no es más que un montón de transferencias. La «tajada» que diría Erkoreka. La «carta otorgada», según Egibar. Nunca han querido admitir el Estatuto como lo que es. Un pacto político y social clave en la recuperación de la democracia en España y el autogobierno en Euskadi.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 25/10/2010