LIBERTAD DIGITAL 26/04/17
CRISTINA LOSADA
· El antieuropeísmo se ha ‘normalizado’. El rechazo a la inmigración se ha ‘normalizado’, o por lo menos extendido. Pero ¿se ha ‘normalizado’ el Frente Nacional?
El periódico de ayer sirve para envolver el pescado, dice el proverbio periodístico. Y, sin embargo, no hay a veces mejor envoltorio para un acontecimiento que acaba de ocurrir que el patético periódico de ayer. Sí, quedaría viejo al día siguiente, pero al cabo de quince años, por ejemplo, puede que tenga mucho que decir. Tiene mucho que decir, sin ir más lejos, sobre esta primera vuelta de las presidenciales francesas.
En 2002, el paso de Jean-Marie Le Pen a la segunda vuelta causó una auténtica conmoción. La portada de El País, de aquel lunes 22 de abril, decía: «El ultra Le Pen aplasta a Jospin y disputará la presidencia a Chirac». Debajo, una foto mostraba al candidato celebrando aquel triunfo ante sus seguidores con gesto peleón –y una de sus horribles corbatas–. «Terremoto político en Francia por el éxito de un candidato antieuropeísta que propone la expulsión de los extranjeros», se leía en la misma portada. Terremoto es decir poco: lo de Le Pen fue como la irrupción de Alien en la nave Nostromo.
Quince años después, Le Pen, Marine, ha pasado como su padre, pero mejorando aquel resultado casi cinco puntos. Pero las portadas no braman la entrada en la final de Marine, sino que cantan la victoria de Macron. El alivio después de la inquietud. En 2002, los periódicos destacaban que Le Pen prometía sacar a Francia de la UE si llegaba al Eliseo. Hoy, no despierta ningún asombro el antieuropeismo. No es nada excepcional en Europa, tampoco en Francia. De hecho, sólo uno de los cuatro candidatos principales, Emmanuel Macron, se atrevió a empuñar la bandera europea en campaña. Fillon, aunque no antieuropeísta, mostró menos entusiasmo por la causa. La vieja pulsión anti-UE del viejo Le Pen fue heredada por su hija Marine y, quién lo iba a decir hace quince años, por el izquierdista Mélenchon. En cuanto a la expulsión de extranjeros, bueno, la idea tiene hoy seguidores tan destacados como el presidente norteamericano Trump, hizo su agosto o su junio en el Brexit, y la volvió a lanzar alto y claro Marine después del atentado preelectoral en los Campos Elíseos. Obvió Le Pen, naturalmente, que para combatir el terrorismo yihadista, más que expulsar a extranjeros, tendría que expulsar a ciudadanos franceses.
El antieuropeísmo se ha normalizado. El rechazo a la inmigración se ha normalizado, o por lo menos extendido. Pero ¿se ha normalizado el Frente Nacional? ¿Ha logrado Marine Le Pen lo que se propuso cuando sucedió a su padre? ¿Ha conseguido cuadrar el círculo de ser antisistema y, a la vez, tan respetable como un partido más de lo que ella misma llama «sistema»? Porque ella vive de denunciar a un «sistema mediático-político», a «la caste«, que rechaza normalizarla, que lanza «grandes campañas» contra su partido inventando «mentiras delirantes», o que recuerda, cada tanto, que ella es hija de su padre. Y lo es, aunque lo expulsó del partido. Las ideas del partido no han cambiado. Cambió el marketing.
En 2002, Chirac se negó a debatir con Le Pen padre. En 2017, Marine estuvo por primera vez en un debate presidencial. Los medios, que boicotearon de una u otra forma al Frente Nacional durante muchos años, se dieron cuenta de que ese boicot no servía: la hostilidad era contraproducente. Reforzaba y aún refuerza un relato victimista, que Marine también ha hecho suyo. Recordemos, en cualquier caso, que su padre logró aquella hazaña de 2002 después de un largo proceso que comenzó a principios de la década de 1980. Entonces, Jean-Marie, que estaba en la marginalidad electoral, se quejó al presidente Mitterrand de que no le hacían ningún caso en los medios, y el socialista decidió darle cancha. Calculó que Le Pen le haría daño a su adversario, el partido tradicional de la derecha, la UMP. La intención de voto del FN se duplicó al día siguiente de su primera aparición televisiva importante, en 1984.
En cuanto se supo que Le Pen padre pasaba a la segunda vuelta, hubo manifestaciones de protesta en Francia. Los estudiantes salieron otra vez a la calle al día siguiente con pancartas que ponían «Chirac, mejor que Le Pen». Los dirigentes socialistas –y también los Verdes– pidieron de inmediato el voto para Chirac a fin de «frenar el avance de la extrema derecha«, como decía el diario El País. El propio Chirac dijo que Francia se sentía «herida» por el avance lepenista. Estaban en juego «el alma y la unidad de la República», «la idea que tenemos de la humanidad, sus derechos y su dignidad», y «la idea que tenemos de Francia, de su papel y su lugar en Europa y el mundo».
La República tocó a rebato. Fue el principio del «frente republicano», del pacto para impedir que el Frente Nacional tocara poder. Ese pacto ha funcionado, mal que bien, hasta ahora. Se da por sentado que funcionará esta vez. Como se daba por sentado que Marine pasaba a la segunda vuelta. Estaba previsto: era lo normal. Las campanas no tocan a rebato igual que hace quince años. ¿Pero es por las diferencias entre Le Pen y Le Pen? ¿Es el resultado del lavado de imagen que Marine le ha hecho a su partido? Yo tengo la impresión de que ese blanqueo influye menos de lo que se cree. Lo que ha ocurrido es que Le Pen ha dejado de ser un alien solitario. Se ha reproducido. En Europa y en EEUU. A izquierda y a derecha. De ahí esta extraña sensación de normalidad.