EL CORREO 12/06/13
TEODORO LEÓN GROSS
Artur Mas lo tiene todo para ser un héroe del nacionalismo. Eso sí, del nacionalismo español. En pocos meses su estrategia mesiánica como piloto de la independencia se ha devaluado hasta pedir ayer árnica para agotar su mandato aun sin consulta. Anticipó elecciones para reencarnarse en Companys y se quedó en minoría; ahora los sondeos apuntan al sorpasso de ERC. En veinticinco años ni siquiera la corrupción había frenado a CiU –de Banca Catalana a los casos Casino, Planasdemunt, Pallerols, Palau, Treball, Pretoria, 3% y suma y sigue– pero Mas ha logrado ese hito. Como ‘El maquinista de la General’, ha convocado a la fiel infantería del catalanismo pero ésta le ha pasado por encima. Como líder visionario vestido de Emidio Tucci se quedaba muy corto. La energía de la Diada, según la primera ley de la termodinámica, se está volviendo contra ellos. La frustración de la crisis apunta ahora al Govern.
Desde las elecciones, con aquel cartel de Mas como Moisés ante el mar Rojo de senyeras, ha equivocado la hoja de ruta del ‘pueblo elegido’. Ayer presentó un programa para transmitir un mensaje de gestión, pero es tarde para eso. Su órdago era sentimental y no tira. La complicidad internacional tampoco. Mas parecía creer, como cien años antes el peculiar filósofo Pujols, que «llegará un día en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado», pero sin descontar la ironía. En varias cancillerías ha hecho pasillo. El mensaje de ‘España nos roba’ ha ido a menos, a medida que Rajoy se mostraba dispuesto a socorrer su mala gestión; y lo de ‘España nos sojuzga’, en el territorio con más autonomía de Europa, no cuela. Envolverse en la bandera es un recurso, pero al final no basta ni como uniforme del Barça. Cuesta ver al pibe de Rosario y el gambetero de Sao Paulo como iconos del ‘catalanisme’.
En pocos días, en el megaconcierto por la Libertad del Camp Nou, cuando salgan a escena Lluís Llach, Paco Ibáñez o María del Mar Bonet, costará pensar en un «proyecto de futuro», ante esos iconos del ¡franquismo! Incluso Peret. Pero el nacionalismo apela siempre al bucle melancólico y a su necesidad del enemigo legendario, como escribe Tzvetan Todorov, aferrándose a las tropas de Felipe V en 1714 para hacer seminarios victimistas cuyas tesis difícilmente se pueden formular conteniendo la risa. Cataluña cada vez es más una ‘vieja dama gris’, valga el préstamo neoyorquino, tras dilapidar la energía y el prestigio de la modernidad con esas ínfulas. Al final Barcelona se ha desmarcado del movimiento de ciudades independentistas; y Barcelona es Cataluña. Eso sí, tal vez Mas logre al final pasar a la historia, tras dejar un país dividido y con su liderazgo histórico roto. No era fácil. Incluso podría tener su estatua, quizá no en Montjuic, pero a lo mejor ante los Nuevos Ministerios de Madrid.