Las idas y venidas entre las celdas de los separatistas son constantes estos días. Dos hechos sustanciales los han llevado a modificar su estrategia. Aconsejados por sus abogados, coinciden en que retrasar al menos quince días la apertura del juicio sería positivo. ¿Por qué? ¿No han tenido tiempo suficiente para prepararse, habida cuenta que hay quien está en prisión preventiva desde hace más de un año, amén de que los hechos que se les imputan son sobradamente conocidos?
Pues bien, dos novedades se han producido para que se quiera ganar tiempo. La primera es que el juicio va a ser televisado. La semana pasada, sin ir más lejos, en las tertulias de TV3 se pontificaba acerca del oscurantismo del proceso al no permitir que se difundiera en directo. “Tienen mucho que esconder”, “Ahí se demuestra la bajísima calidad democrática del régimen del setenta y ocho” o “¿Qué quieren que no se vea en Europa?” eran las constantes muletillas que comentaristas o incluso los abogados soltaban en los platós.
Junqueras va a tener un protagonismo que no les conviene nada, máxime cuando todo el mundo podrá seguir el desarrollo del juicio y sus declaraciones en directo.
La noticia de que iba a ser televisado lo cambia todo. El separatismo ha jugado siempre con las medias tintas, las medias verdades, el “Yo no dije eso, usted lo interpretó mal”, siendo así que el miedo a que en Europa se enteren de una vez de qué va esto de la estelada lo tienen algunos de los que van a comparecer ante el tribunal, y no éste. Los neo convergentes se encuentran, además, con un problema añadido. Junqueras va a tener un protagonismo que no les conviene nada, máxime cuando todo el mundo podrá seguir el desarrollo del juicio y sus declaraciones en directo. El efecto que puede producir en el crédito político de Puigdemont será devastador.
La televisión, como es sabido, puede incidir poderosamente en las inclinaciones del electorado, como se vio en el célebre debate entre Nixon y Kennedy, en el que el joven candidato demócrata, elegante, comedido, y hablando a cámara de forma tranquila superó del todo a un Nixon mal afeitado, con el traje arrugado, balbuceante, huraño y esquivo. He ahí un escollo que, para los Rull, Turull, Sánchez et altri, adquiere una dimensión enorme.
Añadamos otro elemento también decisivo, no tan solo para los implicados en el juicio, sino para el separatismo en general. Ya se ha hecho público que, tanto gobierno como Generalitat, trabajan en la búsqueda de un mediador, notario, coordinador o como se le quiera denominar, que pudiera presidir una mesa de trabajo entre los partidos separatistas y el gobierno de la nación, uno de los nudos gordianos que impedía la aprobación de los presupuestos. Aún más, el tantas veces demandado “inicio de la búsqueda de una solución política con una mediación” también quedaría satisfecha. Eso, que en un principio satisfaría a buena parte del independentismo, también podría afectar a la defensa de los implicados en el intento de golpe de estado.
Nos cuentan que Artadi, encargada por la parte separatista de encontrar ese mirlo blanco, despacha directamente con Junqueras, pasando olímpicamente de Puigdemont y Torra
Nos cuentan que Artadi, encargada por la parte separatista de encontrar ese mirlo blanco, despacha directamente con Junqueras, pasando olímpicamente de Puigdemont y Torra e informándoles a toro pasado de sus gestiones, y, aún y así, tampoco se las explica todas. Sabe muy bien la consellera que, si del de Waterloo dependiese, la mesa de negociación jamás sería una realidad y por eso obra en consecuencia. El recuerdo de la defenestrada Marta Pascal pesa mucho en su memoria. También nos informan personas próximas al líder republicano que este maneja tres o cuatro nombres fácilmente consensuables tanto con el PSOE como con Esquerra y el PDeCAT. Desde Soto del Real tampoco se consulta con Palau por las mismas razones que Artadi, añadimos.
Entre quienes podrían desempeñar esa función de notario, según declaraba Miquel Iceta a TV3 este martes, podría estar un antiguo exconseller muy respetado por todos, un catedrático de historia no catalán, con una gran capacidad dialogante, o cierto político muy vinculado a Europa que, aun no reuniendo la condición de mediador internacional exigida en principio por el separatismo, podría muy bien asumir ese rol habida cuenta de su prestigio en diferentes instituciones y organizaciones internacionales.
Que se pudiese constituir esa mesa antes del inicio de la audiencia pública permitiría a los reos hacer un alegato más calmo y sosegado con ese triunfo en la mano. Al menos, a Junqueras, porque habría que ver en qué posición quedarían los de Puigdemont. Si moderan su discurso, corren el riesgo de ser tildados de tibios; si lo exacerban, los acusarán de sabotear el proceso de diálogo.
Lo hemos dicho y lo repetimos, el juicio es decisivo porque, entre otras cosas, puede certificar el fin de Puigdemont. Al tiempo.