LA VERDAD más desconcertante de la guerrilla entre el PSOE y Podemos es que a ninguno de los dos partidos le gustó lo que votamos. Esta situación de parálisis bufa es una reprimenda a nuestro voto. Les estorba el resultado, por eso insisten en el clima turbio que conduce de nuevo al domingo electoral, con la clara intención de que cambiemos el color de la papeleta. Olvidan que todos caminamos hacia el olvido, solo que los tramposos y los enredas (y, sobre todo, los mediocres) llegan antes.
PSOE y Podemos dejaron de buscar complicidades para negociar supremacías. La política española ha penetrado en el ámbito del circo con cuarenta y tantos millones de ciudadanos en las gradas. El inconveniente será volver a convencer a muchos de ellos para que bajen de nuevo al colegio electoral. No daría por buena ninguna de las encuestas, igual que ellos no hacen potable ninguno de sus encuentros. No hay tanta diferencia entre su recelo y el nuestro, pero nosotros somos más. Algunos todavía confiamos en que al final de la escapada asome un Gobierno. No ya por decencia, sino porque es altamente irremediable para mirar a los ojos de la gente.
Sánchez se ha reconfirmado como un killer. Quizá el más resistente en la porcelana de los políticos españoles. Pirulea a Iglesias hasta desenfocarlo como en la genialidad que Woody Allen inventó para Robin Williams en Desmontando a Harry. Ya importa poco que esto sea una berrea en la izquierda. Se trata del duelo a garrotazos de una España sin Goya, y de mucha peor calidad. PSOE y Podemos beben de la misma fuente de inspiración: el aquelarre y la destrucción del contrario. Sánchez anda cerca de lograrlo. El PSOE está muy bien acondicionado para arrasar con lo que sea sin perder el pulso. Es seña del partido traicionar al aliado. En medio hay un país detenido con más esperanza que convencimiento.
Ya no hablan de que el país se rompa como la pata del centollo. El patriotismo volvió al ámbito de la telequinesis. Tampoco asoman las dos Españas. Todo lo que hace unos meses conmovía, ahora es excedente. De momento sólo hay sitio para la montería de dos varones con el belfo humeante, jaleados por el estruendo de sus canes y con un orden del día confuso y perverso: abatir cualquier cosa que se mueva en la jurisdicción del socio, guiados por las alimañas. La de batida y mira telescópica es la peor política. Y es la nuestra. Mientras, un país espera para seguir funcionando o morder el polvo de volver a votar. Porque sí. Por sus huevos. Porque aquel 28A no les gustamos.