ALBERTO AYALA-EL CORREO

Era improbable que la ‘rentrée’ política viniera marcada por un nuevo tono positivo y constructivo. Y así ha sido. Todavía debe resonar en los pasillos del Senado y desde luego lo hace en los despachos de los partidos y en las redacciones de los medios la fenomenal paliza dialéctica que el presidente Pedro Sánchez administró al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, el martes en el Senado.

Aún debe estar preguntándose el político gallego en qué maldita hora se le ocurrió retar al líder socialista a un debate sobre la crisis energética y sus graves repercusiones económicas. Enfrente todavía no se le ha borrado la sonrisa de satisfacción a Sánchez por haber aceptado de inmediato el envite en las condiciones en que discurrió.

Es cierto que el reglamento establece que en debates así en la Cámara alta, el jefe del Ejecutivo puede intervenir el tiempo que considere oportuno, en tanto que el reloj está tasado para el líder de la oposición. Pero a ello hay que añadir la nula generosidad mostrada por el presidente del Senado, Ander Gil, con Feijóo. Una actitud que dice muy poco positivo de su talante y bastante de su servilismo partidario.

El presidente del PP se metió él solito en la boca del lobo y Pedro Sánchez lo dejó seriamente herido. El jefe del Ejecutivo hizo un primer discurso en clave presidencialista, de los que no prodiga. Para luego descargar su artillería dialéctica contra Feijóo por sus ataques contra él de los últimos meses y por la reiterada negativa del PP a apoyar ninguna de las decisiones del Gobierno de coalición dirigidas a extender el paraguas social contra la crisis o sus gestiones en Europa en idéntica línea.

Está por ver que estos debates, que tanto nos ocupan a los periodistas y al que apenas presta atención una ciudadanía que ya tiene bastante con preocuparse del recibo del gas, de la luz, la gasolina o la inflación, sirvan para influir en unas encuestas que otorgan una amplia ventaja al PP sobre el PSOE. Tengo la impresión de que si los problemas no empiezan a encarrilarse el Gobierno, cualquier gobierno central, pagará los platos rotos. Por mucho que se esfuerce en ayudar a las clases medias y trabajadoras con medidas paliativas que un gabinete conservador no aprobaría y que el PP viene rechazando una tras otra.

Nervios en la política y pasotismo de PSOE y PP ante la vergonzosa situación a la que han conducido a la Justicia. Es cierto que el principal responsable del bloqueo actual del CGPJ y del que puede afectar en horas al Constitucional es el partido de Feijóo. Pero detrás del problema y de los movimientos de ambas formaciones está su descarado interés por controlar el tercer poder del Estado más allá de lo tolerable.

Aquí en Euskadi las aguas todavía bajan en calma, tras solventarse hace unas horas ‘in extremis’ el problema del transporte escolar de la pública. Aunque empiezan a divisarse algunas tormentas en el horizonte. Por ejemplo, en torno al grave deterioro que, según muchos usuarios, se ha observado este verano en nuestra Sanidad. Veremos qué datos aportan el Gobierno Urkullu y los sindicatos, y cual es la respuesta de la oposición política. No estamos ante una cuestión menor. Bien al contrario.