Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- ¿Se puede gobernar al dictado de un prófugo de la Justicia (aún lo es) y encargarle la redacción de las leyes que le convienen e interesan por la sencilla razón de que le exculpan a sí mismo?
Aprovecho eso de que preguntar no es ofender y me permito trasladarle unas cuantas preguntas que obsesionan a mi carácter pusilánime. ¿Puede gobernar un país una persona que, dicho en términos futbolísticos, no ganó el partido en el terreno de juego (las urnas) sino en los despachos (las endiabladas coaliciones)? ¿Puede presentar un programa coherente y pacífico de gobierno habiéndolo pactado con diez partidos, uno de los cuales agrupa a otros 14 y que presenta parejas que se odian entre sí con gran cordialidad como Junts-ERC y PNV-Bildu? ¿Eso es un gobierno o una verbena enloquecida? ¿Se puede gobernar al dictado de un prófugo de la Justicia -todavía lo es-, y encargarle la redacción de las leyes que le convienen e interesan por la sencilla razón de que le exculpan a sí mismo? ¿Se puede pagar cualquier precio, por elevado que sea? ¿Se puede gobernar y dividir el país por castas al conceder una amnistía absolutamente discriminatoria donde el tratamiento del delito no depende del hecho cometido y castigado por la ley, sino del tipo y la ocupación de la persona que lo comete y la intención que le mueve a cometerlo? ¿Se celebrarán en adelante juicios de intención, en los que las intenciones serán más determinantes que las actuaciones? ¿En qué código legal se ha leído semejante atrocidad?
¿Es más, se puede basar el futuro del gobierno del país sobre una amnistía integral al pasado turbulento, justificándola en que traerá la reconciliación y garantizará un futuro pacífico en común, cuando los beneficiarios de la medida no desean reconciliarse, ni pacificarse y prometen cada día volver a realizar las mismas actuaciones, en cuanto encuentren la oportunidad de realizarlas? Unas actuaciones que, por cierto, ¿seguirán siendo delitos o ya no?
¿Se pueden hacer propuestas serias con un socio como Sumar, capaz de tambalear al Gobierno con sus crisis internas, sus fracasos electorales y su original manera de patear el tablero para desbaratar el gobierno de Cataluña y dejarle sin posibilidad de elaborar los presupuestos? Por cierto, ¿es admisible esto de gobernar sin presupuestos, una opción que hace pocos años consideraba inaceptable el mismo Pedro Sánchez? ¿Se puede gobernar sin presupuestos justo el año en que la UE nos obliga a iniciar la vuelta a la consolidación fiscal, lo que supondrá planificar recortes en el gasto?
Sin presupuestos generales, ¿podrán hacer los suyos las comunidades autónomas? ¿Se podrá llegar a un acuerdo para el sistema de financiación autonómica, tantas veces reclamado por todos los dirigentes, en medio de este clima de incertidumbre, improvisación e irresponsabilidad permanentes?
¿Se puede gobernar enfrentado, no solo a la oposición, que eso es natural, sino a todo el sistema judicial, a quien se agravia e insulta día sí y día también? ¿Se puede gobernar un país que ha perdido la dignidad y la fe en si mismo y que debe acudir a mediadores extranjeros para dirimir sus enfrentamientos y resolver sus problemas? ¿Cuánto tiempo se puede soportar esta situación de lucha fratricida permanente, en medio de la porquería que esparcen los ventiladores de la basura? La respuesta a todas estas preguntas es obvia: sí se puede. Lo dijo Pablo Iglesias y le creyeron muchos, aunque hoy ya casi nadie. Lo hace Pedro Sánchez y está feliz, encantado de haberse conocido.
Una última y definitiva pregunta. ¿Cuántos justos hay en la Sodoma actual de la política española? ¿Serán suficientes para salvarla del fuego y del azufre? Supongo que sí, pero no estoy seguro. Por si acaso, yo me voy de paseo con Lot. ¿Nos acompaña?