- Dice Pedro Sánchez que la Constitución debe cumplirse de Pe a Pa. ¿Qué nos quiere decir?
Es evidente. El salvador de millones de vidas españolas, el pacificador de Cataluña, el flagelo de la extrema derecha, el constitucionalista por antonomasia y mil cosas más que omito por decoro nos ha señalado este pasado 6 de diciembre cómo debemos acatar nuestra carta magna. Paganos, que son ustedes unos paganos y no tan solo porque le paguen la fiesta a Su Pedridad, sino porque en su idolatría contumaz se niegan a aceptar que solo hay un Salvador en este mundo y se llama Pedro. Tú eres Pedro, dijo Soros, y sobre ese ladrillo de discursos que largas edificaré mi iglesia. Y así ha sido. ¡Aleluya! Cumplamos la ley de Pe, es decir, de Pedro, a Pa, es decir, a Pablo. De Pedros que marcan el surco de la nueva religión rogelia en España y de Pablos que caen de los cargos como de cualquier caballo o equino similar, incluso de un borriquillo sabanero. Así es, hermanos en la fe del gobierno, solo siguiendo las prédicas de Pedro podréis salvaros. De él no, seguro, pero sí de peligrosas tentaciones, como preguntar en ruedas de prensa por aquello que no debéis conocer o exigir derechos que tampoco os corresponde a reclamar, avariciosos, que todo son envidias.
Y si Pedro decide gastarse setenta mil euros de vellón en un ágape con canapeses, vermuses, paellas y cortador de jamón para llegar al estómago a los mandamases del Mobile World Congress, que están a punto de pirarse de la Barcelona sucia, insegura y decadente de los socios de Pedro, pues se le felicita por tamaña inteligencia. Y si les larga a los bilduetarras unos cuantos milloncejos para las víctimas, pero las del amianto, mientras que a las de ETA ni se las mira, pues se pondera su habilidad para integrar en la democracia a los antaño violentos y hogaño corderitos pascuales. Y si Batet, Meritxell, santa entre las santas, da una homilía acerca de la Constitución de espaldas al Congreso en plena calle, sin el Rey y riñendo a la oposición, se la alaba, se la ensalza, se la idolatra y se le sacan coplillas laudatorias, porque en verdad os digo que Pedro tiene su mirada sobre ella, cosa fácil puesto que es alto y ella bajita.
Sigamos la constitución de Pedro a Pablo, tiremos porque nos toca colocando en jugosos cargos a novias, ex novias o mediopensionistas, y hagamos asesores a padres, hijos, primos segundos o madres putativas, porque en verdad, es un hablar, os digo que antes pasará el Pollo Carvajal por el ojo del Supremo que un militante de izquierdas se quede sin cargo. Así podremos esperar papando moscas y regocijándonos por vivir estos tiempos de milagros y portentos, a la espera que Pedro nos diga qué decir, qué pensar e incluso si debemos hacerlo, porque del pensamiento nace el conocimiento y, como dijo el clásico, líbrenos el cielo del nocivo hábito de discurrir. De Pe a Pa y no se hable más, del socialismo rencoroso de aquella república en la que el mismo Largo Caballero que había colaborado con el general Primo de Rivera se despachaba asegurando que su objetivo era imponer la dictadura del proletariado. O de aquel comité presidido por Carillo, que permitió las sacas y asesinatos de Paracuellos para luego volver transformado por obra y gracia del eurocomunismo y la madre que lo parió poco menos que en un héroe al aceptar la bandera española, la monarquía y la democracia parlamentaria. Ya lo veis, réprobos, a tales renuncias llegaron los apóstoles rojos cuando fue menester, aunque ahora se reclamen republicanos de toda republicanez. Porque todo es según depende, y lo que hoy es así mañana puede ser asá en función de los superiores intereses de Pedro, Pablo y su cohorte de santos y santas que igual te hacen una apología de la chochocharla que mueven mil quinientos millones en el presupuesto, chiqui.
Seamos consecuentes, seamos buenos demócratas, seamos progresistas y, sobre todo, seamos enemigos del heteropatriarcado, de la xenofobia xenofóbica xenófoba y de la extrema derecha, al fondo según se entra. Solo así, siguiendo de Pe a Pa lo que nos diga Pedro conseguiremos la salvación. De él, se entiende.