JAVIER OMS-El Mundo

MIQUEL ICETA

Primer secretario del PSC. Fontanero mayor de los socialistas catalanes, Miquel Iceta ha pasado por todos los estamentos de la política desde que se estrenara como concejal en Cornellà en 1987 y ha protagonizado sucesivas polémicas por sus habituales guiños al nacionalismo.

Miquel Iceta Llorens (Barcelona, 1960) siguió el recuento de votos de las elecciones generales del 28-A desde la nueva sede del PSC. Al contrario de lo acostumbrado, lo hizo sin llamar la atención. No se dejó ver en toda la noche. Esta vez no hubo uno de sus habituales bailes, pese a que su partido resucitó esa misma noche. Y, sobre todo, no hubo ninguna declaración. Ni sobre indultos ni sobre un referéndum pactado, fórmula que defendió por primera vez en 2012. Oficialmente, el 28-A desapareció para «no quitar protagonismo» a la candidata socialista al Congreso, Meritxell Batet. Ahora, con su marcha al Senado, de la que no fue informado hasta este martes, se entrevé otra lectura: su pase a la reserva.

Pedro Sánchez envía al primer secretario del PSC al Senado en un importante gesto político hacia Cataluña. No obstante, aunque seguirá al frente del socialismo catalán, su nuevo papel en la Cámara Alta aleja a Iceta físicamente de Cataluña y le obliga a defender una de las principales instituciones del Estado, la única de la que puede salir el artículo 155 si el Gobierno que se forme en las siguientes semanas decidiera volver a aplicarlo. Iceta deberá seguir el guion oficial y olvidar el que, hasta ahora, se había reservado: el de soldado fiel al PSC y a Sánchez y el de estratega de sí mismo.

INDULTOS EN EL 1-O

«Sin duda pediría el indulto; tendremos que cerrar heridas»

En política, los globos sonda sirven para calibrar la capacidad de encaje del electorado a propuestas de calado y, ante todo, hasta dónde son capaces de llegar en su reacción los rivales políticos. Iceta ha superado durante el procés esa teoría. En vez de lanzar globos sonda, se ha empeñado en localizar minas enterradas. Encontró varias y ha sobrevivido a todas a pesar del alto coste sufrido en muchas ocasiones.

Una de las principales minas la fue a buscar en el peor momento. Durante la campaña electoral de las elecciones autonómicas catalanas de diciembre de 2017, convocadas por Mariano Rajoy tras aplicar el artículo 155 después de la proclamación de la independencia en el Parlament, Iceta defendió los indultos a los dirigentes independentistas entonces imputados y hoy sentados en el banquillo en el Tribunal Supremo. Una medida que, adujo, «ayudaría a cerrar heridas» en Cataluña.

Su propuesta le abrió varias cicatrices al PSOE. Los barones socialistas se revolvieron contra la idea y el propio PSC se dejó miles de votos en aquellas elecciones, las que ganó Ciudadanos. El partido naranja y el PP no han dejado de recordar esta propuesta para acusar repetidamente a Pedro Sánchez de tener preparado el perdón de los líderes del procés en caso de que sean condenados.

CONSULTA SOBERANISTA

«Los referendos de independencia se tienen que poder hacer»

La capacidad de Iceta para moverse en arenas movedizas, no obstante, viene de lejos. Cuando Artur Mas activó el procés en 2012, Iceta ya abrazó la tesis de una consulta pactada sobre la independencia. «Los referendos sobre la independencia se tienen que poder hacer y, de hecho, en las democracias avanzadas se pueden hacer», dijo. Un argumento cuya sustancia, aunque rebajada, ha repetido en otras ocasiones.

Al finalizar la jornada del 1-O, la reacción del primer secretario del PSC a las cargas policiales fue la defensa de un pacto que prevea «un instrumento que permita votar a los catalanes con todas las garantías». Una idea, la del referéndum pactado, que repitió el pasado marzo, cuando el PSOE intentaba no cometer ningún error durante la campaña de las elecciones generales. En una entrevista al diario vasco Berria sostuvo que si el independentismo alcanza el 65% «habrá que buscar una solución», en forma de consulta. El PSOE salió entonces a taponar la brecha negando la evidencia –«no hay tema», dijo la vicepresidenta, Carmen Calvo– e Iceta, empujado desde Ferraz, también tuvo que salir al paso. Recordó que es «federalista» y, desde ese momento, relajó su presencia en el resto de la campaña.

EL RELATOR

«Hace falta alguien que dé fe de lo que se habla»

También fue Miquel Iceta quien mencionó por primera vez la posibilidad de contar con «alguien que dé fe» de las reuniones entre el Gobierno y la Generalitat de Quim Torra. Aunque el líder del PSC rechazó el término de «mediador», su sola invocación bastó para que Ciudadanos y PP no soltaran la oportunidad y terminó provocando todo el terremoto en torno al relator que había aceptado Pedro Sánchez para una negociación con los independentistas en una mesa de partidos políticos.

Las palabras de Iceta, las líneas rojas del independentismo y la furia del centroderecha empujaron a Sánchez a buscar una nueva salida. En medio del huracán provocado por el líder del PSC, el presidente calculó cuándo debía dinamitar su primer Gobierno y convocar elecciones. Si no fue una jugada fruto de la estrategia, lo cierto es que funcionó. El 28-A el PSOE venció sin que sus conversaciones con el independentismo le pasaran factura y el PSC fue segunda fuerza en Cataluña, sólo por detrás de ERC.

Tras atravesar prácticamente todos los estamentos desde 1987 –concejal en Cornellà; gabinete de la Presidencia, con Narcís Serra; diputado en el Congreso y en el Parlament…–, Iceta dio en 2015 un paso adelante para salvar al PSC de caer en la irrelevancia, agotado por el procés. Con el PSOE en La Moncloa y el PSC de nuevo respirando, el veterano fontanero se va a su próximo destino, donde la única mina que le puede explotar, el artículo 155, carece de peligro mientras el socialismo conserve la mayoría absoluta.