EL CONFIDENCIAL 13/03/17
BEGOÑA VILLACíS
· He elegido una formación, he elegido representar unas ideas. Elijo defenderlas. Acepto que en ocasiones serán celebradas, y en otras criticadas, ese es el riesgo, y es ahí donde está la gracia
El pasado día 6 nos encontramos con un hecho hasta ahora insólito –o casi- en la historia democrática española: La Asociación de la Prensa de Madrid comunicaba que un grupo de periodistas había pedido su amparo ante el acoso a sus personas de un partido político determinado. Una organización independiente denunciando que en este país salir contestón pasa factura, que el acoso selectivo, las amenazas, los insultos, las humillaciones al que uno es sistemáticamente sometido por el hecho de informar, simplemente no va en el sueldo. Que no, que no son gajes del oficio.
Por si quedaba alguna duda de la veracidad de las acusaciones, minutos después, era la propia Asociación de la Prensa y sus integrantes quienes probaban en carnes propias la sacudida de toda una maquinaria afín y afinada para aplastar cualquier estridencia o nota discordante.
Me cabe el honor de conocer virtualmente, y es probable que hasta personalmente, al comité de evaluación de la opinión publicada. No pido ni espero su crítica, pero la recibo, puntualmente, no faltan, son los primeros. Comenzaron sonando a gritos, hoy no pasan de ruido ambiente. Presumen de opinión independiente, al menos económicamente. Ni lo sé, ni me importa, personalmente opino que de que bien podrían presumir es de tiempo libre, pero eso ya es otro tema.
Aun así, yo he elegido opinar, proponer, debatir. He elegido una formación, he elegido representar unas ideas. Elijo defenderlas. Acepto que en ocasiones serán celebradas, y en otras ocasiones criticadas, ese es el riesgo, y es ahí donde está la gracia. He elegido estar a este lado, he elegido la exposición. Es importante llamar la atención sobre este hecho, porque quienes pedían amparo el pasado día 6 no.
En una democracia ideal, deben coexistir toda una serie de medios de comunicación que, en su conjunto y cada uno con la línea que elija, debe ser capaces de trasladar a la sociedad de todas las ideas existentes para que los ciudadanos se informen y formen su propia opinión. Son un canal básico para la democracia. Y más ideal aún es, que un medio admita en su seno una pluralidad de opiniones, señal de que se rige por criterios de independencia, por el ánimo de ayudar al lector a comprender lo que sucede, frente al que quiere adoctrinarle. Ciudadanos capaces de entender cuando se les está manipulando y cuando no, y que por lo tanto eligen al medio de comunicación más plural.
· Las nuevas tecnologías permiten que cualquiera –sin prestigio o deontología que defender- se convierta en periodista por un rato
Sin embargo, la irrupción de las nuevas tecnologías y nuestros propios hábitos a la hora de recibir información propician situaciones que se alejan de ese ideal. Para empezar, porque ya casi nadie entiende que se tenga que pagar por la información que recibimos. Así que los medios han tenido que reinventarse; del papel al digital, del digital más o menos plano al digital con abundantes anuncios en flash. Al separarse el origen del dinero del destino de la información, entran en juego otros factores. No parece que al anunciante le importe mucho lo que diga la noticia, sino que hagas clic en ella. De esta forma, algunos medios se van convirtiendo en maestros del titular grandilocuente y la descontextualización. El Spin Doctor anglosajón aplicado a la generación de series masivas de clics.
Y respecto a las nuevas tecnologías, permiten que cualquiera –sin prestigio o deontología que defender- se convierta en periodista por un rato y permiten que haya comunicadores a sueldo –community managers, trolls profesionales- organizados para minar el prestigio, la credibilidad el ánimo o la libertad de quien si tiene encomendada la tarea de informar. Y por supuesto, permiten que unos pocos vociferantes más o menos organizados se hagan pasar por una mayoría amplia.
· No quiere esto decir que la estrategia de los medios a la hora de imponer una forma de pensar salga siempre bien. Basta ver las elecciones americanas
Como ven, todo esto no ayuda a ese papel crucial de los medios en una democracia, ni a su papel de control de las actividades del poder, ni a su papel de puente entre las decisiones de los representantes y las ideas de los representados. Corren malos tiempos para la objetividad, y si a todo esto hay que añadirle presiones espurias que no ocultan sino la intención de tener medios que escriban al dictado de uno, corren malos tiempos para que la gente se entere de lo que pasa de verdad, malos tiempos para tener ciudadanos más formados e informados.
No quiere esto decir que la intención u estrategia de los medios a la hora de imponer una forma de pensar salga siempre bien. Basta ver lo sucedido en las elecciones americanas: una noticia sobre Trump era sinónimo de clics y audiencia, un filón para las cadenas. Gran parte de esas noticias no eran ni mucho menos favorables al personaje, pero gracias a esa presencia masiva consiguió imponerse en las primarias de su partido y acabar siendo presidente. Y es que la gente – solo en la democracia occidental, bendita libertad- es más consciente de su capacidad para ir contracorriente y no hacer lo que les dicen.
Por todo eso, y porque necesitamos más que nunca una prensa libre que nos haga más libres, es necesario que todos reflexionemos sobre nuestro papel en esta historia. Los políticos, tratando de no instrumentalizar y agradeciendo las oportunidades que los medios nos dan para expresarnos, sin rehuir el debate y la crítica; los periodistas, reforzando su independencia y encontrando vías para mantenerla en el mundo digital; y los ciudadanos en general, manteniendo alerta su capacidad crítica, entendiendo que nadie da duros a peseta y que estar bien informado es un derecho, pero también un deber.