ABC-LUIS VENTOSO

Eso se preguntaba ayer la ministra Celaá. Intentemos ayudar

Amedida que se ensanchan las vías del agua que harán zozobrar a Sánchez, Isabel Celaá, su ministra portavoz, ha ido perdiendo la serenidad zen que la adornaba. La rueda de prensa del consejo de ministros de ayer estaba programada como una gran celebración propagandística de la exhumación del más estrecho colaborador de este Gobierno (Franco). Pero la turbia tesis doctoral del presidente, destapada por ABC, se interpuso y monopolizó la rueda de prensa. Celaá fue perdiendo la flema. Visiblemente enfadada por las críticas de la oposición y las revelaciones de este periódico, comenzó a hacerse una pregunta retórica: «¿De qué hablamos?». Intentaremos ayudar:

—Hablamos de que el hoy presidente escribió una tesis y obtuvo un doctorado en 2012, pero se cuidó de mantenerla fuera del escrutinio público hasta ayer. ¿Por qué? Hablamos de que el miércoles, a pregunta de Rivera en el Parlamento, Sánchez replicó que la tesis estaba «colgada» en internet, cuando era falso, pues la ha subido dos días después. Hablamos de que al plantearle Rivera sus dudas sobre su doctorado, Sánchez se encorajinó, hasta el extremo de que se giró hacia la bancada de Ciudadanos y los amenazó fuera de micrófono. «Os vais a enterar», les espetó. Hablamos de que la tesis, según ha comprobado ABC, incluye párrafos de otros autores sin citarlos y sin comillas, y también autoplagios (textos anteriores del propio Sánchez, algo que está proscrito, pues en una tesis todo ha de ser original). Hablamos de que la supuesta prueba exculpatoria de Sánchez –pasar su tesis por dos programas informáticos comparadores de textos– no tiene valía como excusa, pues sus conclusiones dependen de con qué corpus se haya comparado el trabajo. Hablamos de un Sánchez que solo catorce meses antes de recibir un «cum laude» preguntaba vía Twitter si alguien podía recomendarle algún texto sobre la materia, lo que da fe de lo mucho que sabía del tema. Hablamos de un tribunal a la carta, donde incluso lo llegó a evaluar un profesor que había escrito artículos previamente con él, luego extractados en la propia tesis.

—Hablamos del primer presidente de nuestra democracia que envía un burofax a un periódico con exigencia de rectificación –a la que la ley obliga al medio, tenga o no razón en sus afirmaciones– y que amenaza con acciones en los tribunales a este periódico, su director y sus periodistas. Hablamos de un presidente que se niega a atender una petición de comparecencia en el Parlamento para que aclare los puntos oscuros de su tesis, y del primero que desde su escaño amenaza en tono tabernario a la oposición. Hablamos del presidente que prometió elecciones y no las convocó, que ha incumplido casi todo lo que anunciaba y que vive en la rectificación.

—Hablamos, señora Celaá, de un Gobierno que cultiva sin rubor la patochada. Como cuando usted afirmó ayer que la exministra Montón es «ejemplar», habiendo tenido que dimitir por falsear sus estudios, o cuando explicando la rectificación en la venta de bombas a Arabia Saudí alegó como excusa que «las bombas son de alta precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes» (lo cual es de chiste de Gila).

Hablamos, en fin, de un desastre que demanda elecciones inmediatas.