Antonio Casado-El Confidencial

  • No hay «tierra de nadie» que valga cuando están en juego los derechos humanos

Habla y no para el ministro Grande-Marlaska de la transparencia del Gobierno sobre la tragedia en la valla de Melilla. Parece una broma cuando de entrada circulan tres cifras distintas de muertos en el salto masivo del 24 de junio. La Moncloa habla de 23, la ONU de 37, las ONG de 70 y las 77 de la BBC. 

Justamente ha sido una investigación periodística de la BBC descalificada por Interior la causante, a sugerencia del ministro Marlaska, de la visita de una delegación de diputados a Melilla para verificar, hoy mismo (acceso reservado a imágenes de cámaras fijas, drones y helicóptero de la Guardia Civil), si hubo o no traslados de inmigrantes vivos y muertos de la parte española a la parte marroquí. Incluso se habla de “tierra de nadie” (coartada de España y Marruecos para inhibirse de la culpa), pero no hay tierra de nadie cuando están en juego los derechos humanos, si nos creemos el humanismo como uno de los nuestros tres pilares culturales, junto a ley y democracia.

Quedamos atentos al resultado de la visita y la comparecencia del ministro a puerta cerrada mañana en la comisión de Interior, en principio prevista para hablar de fondos reservados. Pero me temo que, a la vista de lo sabido de acá y de allá, lo que se dice y lo que se calla es suficiente para descubrir que el tráfico de intereses políticos también alcanza a los derechos humanos.

 

En este caso, a la asignación de culpas por una flagrante violación de estos. Al menos, bajo la luz del principio de legalidad, según el Defensor del Pueblo. Considera la institución que dirige el exministro Ángel Gabilondo que no se respetaron las garantías nacionales e internacionales cuando se produjo el rechazo en frontera de aquel salto masivo de 470 personas. 

Esas personas huían de la miseria braceando por una vida mejor y fueron tratados como desechables. Deberíamos avergonzarnos a este lado del bienestar por convertir la tragedia de Melilla en un elemento más de la confrontación partidista. Aunque ya sabemos que la distancia es el olvido y se arriesga menos poniéndose estupendos contra Putin y Queipo de Llano. 

«Ya sabemos que la distancia es el olvido y se arriesga menos poniéndose estupendos contra Putin y Queipo de Llano» 

Tanto el informe crítico del Defensor del Pueblo como las explicaciones del Gobierno, que siempre apeló a la legalidad de la actuación policial de españoles y marroquíes, se habían perdido en la polvareda mediática nacional. Hasta que un medio de prestigio internacional como la BBC británica difundió un documental con pruebas visuales y testificales, públicas y privadas, de los abusos policiales y las violaciones de derechos humanos cometidas en la frontera de la ciudad autónoma española y la ciudad marroquí de Nador. 

Esa es una de las dos chirriantes circunstancias sobre las que conviene reflexionar: nos fiamos más de un medio extranjero que del Gobierno y del Defensor del Pueblo. Una segunda anomalía es el hecho de que, atención, Sánchez ha encontrado en Vox (no en el PP, que se ha convertido en adalid de la verdad y sigue pidiendo explicaciones) al más firme convencido de que en la valla de Melilla se hizo lo que se tenía que hacer frente a unos inmigrantes «legales» y «teatreros». 

Eso dijo ayer en Melilla el vicepresidente de Vox, Ortega Smith, que además calificó de «farsa» y «montaje político» la visita de los diputados anunciada para hoy, pues, según él, los muertos fueron provocados por los policías marroquíes y nunca hubo muertos en suelo español. Aunque en otras palabras, Marlaska lo firmaría sin pestañear.