José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Rubalcaba se niega a pelear por la alcaldía de Madrid, Torra revienta el acuerdo de Pedralbes y en Sevilla ‘las derechas’ se hacen con el poder
Ayer se produjo un eje de atención política entre Sevilla y Barcelona, pasando, insospechadamente, por el Madrid en el que habita Alfredo Pérez Rubalcaba, exsecretario general del PSOE y exministro de varias carteras y, con Felipe González y Alfonso Guerra, el dirigente más representativo de la llamada “vieja guardia” del socialismo español. Se supo que el político asturiano -67 años, incombustible- ha rechazado la amable invitación de su partido para encabezar la lista a las municipales por Madrid.
Sánchez, si la oferta no es una añagaza o una estratagema, quería que su predecesor disputase la alcaldía de la capital de España a Manuela Carmena. La negativa de Pérez Rubalcaba dispone de elocuencia por sí misma. Si fue él el que definió en términos metafóricos y distócicos la situación que crea un PSOE aliado con los independentistas, el ofrecimiento resulta un tanto desquiciado. Solo desde la más absoluta ignorancia, o desde una destemplada altivez, se puede formular esa propuesta al que fuera ministro del Interior.
Solo desde la más absoluta ignorancia, o desde una destemplada altivez, se puede formular esa propuesta al que fuera ministro del Interior
Mientras el PSOE busca a un candidato/a que le permita dar la batalla electoral por Madrid frente a una Begoña Villacís que apunta muy alto en las encuestas y a una Carmena que pese a sus circunstancias, y con la ayuda de Errejón, mantiene la cohesión de su equipo frente al mismísimo Pablo Iglesias, en Barcelona Joaquim Torra reventaba el acuerdo de Pedralbes del pasado día 20. Era previsible. El comunicado conjunto entre el Gobierno de España y el de la Generalitat no fue “una traición”, ni una “humillación” como hiperbólicamente alertó la oposición. Fue un grave error. Lo fue por tres razones:
1) Por la mera existencia de un comunicado conjunto tras una escenografía de cumbre intergubernamental, remedando la interlocución entre dos Estados soberanos (Manuel Valls ‘dixit’).
2) Por el contenido del texto que pecó por omisión (no citó la Constitución buscando una equivalencia imposible con la “seguridad jurídica”), de ambigüedad (lo que se está produciendo en Cataluña no es un “conflicto” sino un fenómeno distinto), de oscurantismo (apelando a una solución satisfactoria para todos los catalanes sin explicarla y sin mentar al resto de los españoles) y de inexactitud (porque la insurrección independentista no fue de todos los catalanes sino de una parte minoritaria de ellos).
3) Y por fin, el comunicado-acuerdo de Pedralbes fue un error porque el presidente vicario de la Generalitat de Cataluña no puede ser interlocutor válido para un Gobierno de España cuyo titular –con acierto- le calificó como el “Le Pen de la política española” y que, por lo tanto, actúa en los parámetros del extremismo.
El papel de Pedralbes –y siento disentir de muchos y muy apreciados colegas catalanes- no solo no representó un avance en la posible solución de la crisis de Cataluña, sino que la retroalimentó porque lo que se acordó mantiene la vana esperanza de que el Estado pueda entregarse a su desguace que es, exactamente, lo que quiere Torra, quien en el ejercicio de su suplencia puso 21 condiciones (entre ellas la autodeterminación) que vuelven a dejar en papel mojado lo suscrito y remiten al principio del problema, con la aseveración de que el secesionismo no va a respaldar los Presupuestos, aunque pueda permitir su tramitación para ganar tiempo.
El diálogo en el que se empeña Sánchez pretende eludir el hecho indudable de que Torra y los partidos separatistas ni quieren ni pueden negociar. No quieren porque todo lo que no sea un referéndum de secesión remite a una fórmula autonómica de naturaleza constitucional. No pueden porque en semanas se va celebrar un juicio oral contra los dirigentes del ‘procés’ acusados de graves delitos. Pactar con uno de los poderes del Estado que somete a enjuiciamiento a los líderes del viaje a Ítaca rompería en pedazos la estética y la épica resistentes de un proyecto que ellos ya saben que deambula erráticamente. Torra no será un dechado de excelencia política, pero sabe el perímetro en el que se mueve, incluyendo sus excentricidades como la invocación de la vía eslovena, y calcula bien que ni ERC ni los exconvergentes pueden escaparse del terreno que él acota.
Torra sabe el perímetro en el que se mueve, y calcula bien que ni ERC ni los exconvergentes pueden escaparse del terreno que él acota
Y Sevilla. Al PSOE no le prospera la candidatura de Rubalcaba para Madrid y el Gobierno –ya lo advirtió Borrell- no obtiene resultados convincentes de la terapia antiinflamatoria en Cataluña aunque haya logrado unas semanas de tramitación parlamentaria de los Presupuestos. Ferraz y Moncloa observaron cómo ayer PP y Cs llegaban en la ciudad hispalense a un acuerdo que secundará Vox, quizá con una mesa del Parlamento a cinco, y, así, volaban 36 años de poder socialista en Andalucía.
Y eso no era todo: Susana Díaz, parece dispuesta a imitar a Sánchez. Si él no dimitió ni en 2015 ni en 2016 por los peores resultados del PSOE en las dos últimas elecciones generales, tampoco lo hará ella por el 2-D en el que el suyo fue el primer partido, aunque descalabrado. Ahora pide también el 155 para ponerse a tono con algunos de sus colegas barones. Navidad en Moncloa.