Javier Elzo, EL CORREO, 18/10/12
¿Se dan cuenta las fuerzas que acompañan a la izquierda abertzale y quienes les voten de que, en realidad, son esporádicos y circunstanciales compañeros de viaje?
He leído, con papel y lápiz, las 163 páginas del documento ‘Batalla de las ideas. Para el debate de Sortu’, fechado en la primavera pasada y que ha servido para lo que se indica: ser debatido por las bases de Sortu. El documento es, literalmente hablando, fascinante. ETA ha sido derrotada militarmente pero los principios que la mantuvieron durante cuarenta años y el movimiento social que se generó en su entorno siguen presentes, con una armadura ideológica y organizativa que no creo que tenga parangón, al menos por su entronque y fuerza social, en toda Europa.
Sortu no se presenta a las elecciones del 21 de octubre próximo. Lo hace EH Bildu que no es lo mismo que Sortu pero que está, nítidamente presente, en el «proceso» propuesto en el documento de Sortu. EH Bildu se presenta con su propio Programa (está en su web), lógicamente consensuado entre las cuatro organizaciones que lo componen pero, no menos lógicamente, lleva, al modo ‘light’, la impronta de la izquierda abertzale, luego de Sortu, pues es el componente de más peso en la coalición. Si el documento de debate de Sortu es de lectura fascinante, las 183 páginas del Programa de EH Bildu son, como los programas electorales, aburridos hasta decir basta y básicamente un catalogo de buenos propósitos y objetivos de una coalición soberanista vasca, de izquierdas y laicista (que parecen confundir con laicidad en la página 8) perfectamente previsible. Pero lo de Sortu es otra cosa.
En Sortu aun «siendo conscientes de las características peligrosas y negativas que tiene el Estado», pues «creemos en un mundo sin Estados», añaden sin embargo que «hoy por hoy Euskal Herria debería seguir ese camino». En efecto el objetivo finalista de Sortu es la construcción de un Estado vasco socialista. «Nuestro marco natural es Europa, dirán, pero la Unión Europea no es nuestro modelo, pues se utiliza como mecanismo de opresión de personas y de pueblos». Cuál sea su modelo lo encontramos cuando escriben que «asistimos a una crisis de la hegemonía del imperialismo occidental… y a la puesta en marcha de nuevas alternativas como el ALBA en Latinoamérica, el reforzamiento de las luchas obreras y nacionales en todo el planeta…, o el proceso emergente de las potencias de Sur de carácter progresista como Brasil y los BRICS en general. Todo ello muestra que la alternativa al capitalismo avanza… fuera del control occidental». En definitiva el modelo de país que ofrece Sortu para Euskadi no está en Europa sino, básicamente, en la América bolivariana. El editorial de ‘Gara’ del 9 de Octubre pasado lo dice esta manera: «La victoria de Hugo Chávez … es una nueva muestra de que la Revolución Bolivariana goza de un sólido apoyo popular. (…). Ha conseguido un triunfo histórico, saludado por los mandatarios latinoamericanos y por todos aquellos que, en Euskal Herria y a nivel global, trabajan por un mundo distinto, por un cambio radical».
La apuesta de Sortu por las vías pacificas y el destierro de la violencia armada es nítida, clara y reiterada. Escriben que tras varios debates internos «se toma la decisión de implementar un cambio cualitativo en la estrategia de liberación nacional y social, transformando su carácter político-militar en exclusivamente político de confrontación democrática. Un cambio de estrategia asumido desde la continuidad del Proyecto de la Izquierda Abertzale en aras al objetivo de Independencia y Socialismo para Euskal Herria». Más adelante precisarán que «lo que modificamos es la estrategia, es el modo de llegar a ella. Es lo que denominamos, en la nueva teoría revolucionaria vasca, Revolución Democrática Nacional».
No voy a entrar aquí en juicios de valor sobre si este cambio radical es fruto de la necesidad (la derrota militar), del convencimiento de la inutilidad de la violencia, de una transformación ética, o de todo un poco. El hecho es que semejante cambio es algo muy positivo para la sociedad vasca y así quiero saludarlo. Máxime siendo muy crítico con su modelo de país y con muchos de sus valores.
La última cuestión que puedo traer en estas breves líneas se refiere al «desarrollo táctico de la Revolución Democrática Nacional». «Apostamos –escriben– por la creación de un bloque popular y antioligárquico de carácter hegemónico, resultante de la evolución de la política de alianzas y la acumulación de fuerzas que venimos desarrollando (y que) nos permita constituir en el futuro una Alianza Nacional con los representantes de la burguesía vasca para la constitución de un Estado Vasco en Europa, basado en el ejercicio del derecho a la libre determinación… Ese nuevo Estado Vasco no será todavía de carácter socialista, pero abrirá el camino que nos permita lograrlo».
De ahí la necesidad de la acumulación de fuerzas y la importancia del «frente político electoral» (de las que, Bildu, EH Bildu y Amaiur son tres concreciones en la actualidad), de tal suerte que «la participación en todas las instituciones locales, regionales, estatales y europeas es fundamental». Y rematan diciendo, en lenguaje que a uno le recuerda las soflamas comunistas de hace cuarenta años, que «las contradicciones que supone gobernar en el periodo de transición al socialismo son de segundo orden si se consigue avanzar en proyectos de transformación de carácter estratégico… Desde este punto de vista, una actuación institucional de esas características es revolucionaria en perspectiva estratégica».
Todo esto, y mucho más, es Sortu, y esta es la filosofía dominante, al modo ‘light’ insisto, en el Programa de EH Bildu. Sabiendo que Sortu tiene «la vocación de convertirse en la única fuerza política nacional», una pregunta se impone: ¿se dan cuenta las fuerzas que acompañan a la izquierda abertzale en EH Bildu y quienes les voten de que, en realidad, son esporádicos y circunstanciales compañeros de viaje y que, en cuanto puedan, les van a dejar en la cuneta?
Javier Elzo, EL CORREO, 18/10/12